5/07/2016, 16:06
—Cada detalle del establecimiento parece haber sido atendido con sumo cuidado logrando un resultado bastante agradable a la vista.
—Comparto la opinión de ambos —les dijo a sus acompañantes—, este lugar tiene un ambiente muy agradable.
Lo que el muchacho de Amegakure decía era completamente cierto; El sitio tenía un ambiente en extremo elegante, pero a la vez también muy sutil. Se encontraba lejos de ese típico estilo opulento donde todo es dorado y exageradamente adornado. Era una especie de belleza… Tradicional... Hasta discreta quizás. Era como la diferencia entre una hermosa y trabajada silla de madera tallada y un duro y molestamente brillante sillón de oro.
Los jóvenes prosiguieron con el desafío que era el escoger algo de entre tanta variedad de platillos. «Todo se ve lo suficientemente bueno y dulce como para darme diabetes.» Pero a pesar de no ser fanático de los dulces, debía admitir que muchas de la recetas se veían como deleites interesantes para el paladar.
—Ciertamente poseen una amplia variedad de opciones, aunque debo confesar que ya he tomado una decisión.
—Yo también he hecho una elección sobre lo que voy a pedir, Mi señor. —Dijo Naomi, con un creciente buen humor.
—Entonces ordenemos algo —levantó la mano, y sin necesidad de alzar la voz, uno de los mesoneros llegó inmediatamente a su lado—. Quiero… Este de aquí; “Copa helada de cuatro estaciones blancas”
El mesero asintió con elegancia y anotó la orden, seguidamente se giró hacia donde estaba la Miyazaki para saber qué pediría.
—Quisiera que me sirvieran un “Corazón de nubes dulces y lluvia tostada”
El camarero anotó y entonces, finalmente se giró hacia Mogura, esperando que utilizará el código de nombre que aparecía en la cartilla.
—Las órdenes están anotadas y se les servirán a la brevedad .—Aseguraría, Luego de tomar el pedido del Manase, y mientras hacía una reverencia, se marchó.
Ahora tendrían que esperar unos minutos mientras sus bocadillos estaban listos.
—Bien. Parece que tendremos un poco de tiempo para conversar mientras está lista la orden —se inclinó hacia adelante en su asiento y entrecruzo los dedos—. ¿Qué le parece si hablamos un poco sobre nuestros villas, Mogura-dono?
En las aldeas ninjas, por norma general, no se permitía la entrada de gente extranjera, mucho menos si se trataba de algún shinobi. Eso era un inconveniente para quienes disfrutaban de viajar y explorar los distintos focos de población, pues la única manera de saber cómo era otra aldea es que alguien que fuera de allí te la describiera. «Si no puedo visitarla, al menos quiero que me cuenten como es.»
—Comparto la opinión de ambos —les dijo a sus acompañantes—, este lugar tiene un ambiente muy agradable.
Lo que el muchacho de Amegakure decía era completamente cierto; El sitio tenía un ambiente en extremo elegante, pero a la vez también muy sutil. Se encontraba lejos de ese típico estilo opulento donde todo es dorado y exageradamente adornado. Era una especie de belleza… Tradicional... Hasta discreta quizás. Era como la diferencia entre una hermosa y trabajada silla de madera tallada y un duro y molestamente brillante sillón de oro.
Los jóvenes prosiguieron con el desafío que era el escoger algo de entre tanta variedad de platillos. «Todo se ve lo suficientemente bueno y dulce como para darme diabetes.» Pero a pesar de no ser fanático de los dulces, debía admitir que muchas de la recetas se veían como deleites interesantes para el paladar.
—Ciertamente poseen una amplia variedad de opciones, aunque debo confesar que ya he tomado una decisión.
—Yo también he hecho una elección sobre lo que voy a pedir, Mi señor. —Dijo Naomi, con un creciente buen humor.
—Entonces ordenemos algo —levantó la mano, y sin necesidad de alzar la voz, uno de los mesoneros llegó inmediatamente a su lado—. Quiero… Este de aquí; “Copa helada de cuatro estaciones blancas”
El mesero asintió con elegancia y anotó la orden, seguidamente se giró hacia donde estaba la Miyazaki para saber qué pediría.
—Quisiera que me sirvieran un “Corazón de nubes dulces y lluvia tostada”
El camarero anotó y entonces, finalmente se giró hacia Mogura, esperando que utilizará el código de nombre que aparecía en la cartilla.
—Las órdenes están anotadas y se les servirán a la brevedad .—Aseguraría, Luego de tomar el pedido del Manase, y mientras hacía una reverencia, se marchó.
Ahora tendrían que esperar unos minutos mientras sus bocadillos estaban listos.
—Bien. Parece que tendremos un poco de tiempo para conversar mientras está lista la orden —se inclinó hacia adelante en su asiento y entrecruzo los dedos—. ¿Qué le parece si hablamos un poco sobre nuestros villas, Mogura-dono?
En las aldeas ninjas, por norma general, no se permitía la entrada de gente extranjera, mucho menos si se trataba de algún shinobi. Eso era un inconveniente para quienes disfrutaban de viajar y explorar los distintos focos de población, pues la única manera de saber cómo era otra aldea es que alguien que fuera de allí te la describiera. «Si no puedo visitarla, al menos quiero que me cuenten como es.»