6/07/2016, 12:14
—Me alegro de verte, Yota-san. Ha pasado mucho tiempo— hizo una pequeña reverencia primero al pelirrojo y luego a la chica de cabellos azul verdoso —Así es— confirmó la de Kusabi clavando sus ojos en los de la chica —Me temo que no hemos sido debidamente presentadas, Hyuga Mitsuki— inclino levemente la cabeza en forma de saludo.
—Un verdadero placer, Mitsuki-san, yo soy Mizumi Eri. — Se presentó con una sonrisa en los labios, pero fue cortada por el reproche de Yota hacia la de los ojos perlados. Eri miró de reojo a su compañero, quejándose por la actitud cortés de la Hyuga hacia los recién llegados, y ante ello rodó los ojos, no iba a meterse en aquella estúpida discusión en la que solo estaba participando él.
—Supongo que vosotros dos debéis de estar aquí por lo mismo, ¿cierto?
Pero antes de poder asentir, la recepcionista con cara de pocos amigos les indicó que se acercasen e inmediatamente después sacó una libreta con el símbolo de la villa bordado en su tapa, pidiéndoles nombre y firma para dejar constancia de que acababan de solicitar una misión a día de hoy.
— ¡Ah! Si lo querías era un autógrafo del Gran Yota más conocido como el ninja araña solo tenías que decirlo. Vamos, vamos, ¿Donde lo quieres? ¿Aquí? — Frunció el ceño al escuchar al pelirrojo hablar, ¿era ella o el ego se le había subido bastante en aquel año? Se ahorró el comentario y esperó su turno para firmar en aquel gran libro. — Vale, vale, ahí lo tienes. Guárdalo bien, algún día esto valdrá una fortuna — Negó con la cabeza y tomó la delantera a Mitsuki esta vez para coger el elemento para escribir su nombre y su firma cuando Yota añadió:
—Vamos chicas, vuestro turno.
La de ojos verdosos firmó y le pasó el relevo a la restante de los tres, luego escuchó atentamente las indicaciones de la recepcionista para subir al despacho de Shiona, la líder de su villa. Todos se dirigieron hacia las escaleras, y Yota se hizo el galán, dejando a las damas primero pasar.
—Gracias.— Atinó a decir, sonriente, y se aventuró la primera a las escaleras. Las subió y continuó recta, tenía muchas ganas de comenzar, y no quería retrasarse más de lo necesario, y menos hacer esperar a la Uzukage por culpa de unos genins, ya bastante había tenido en el Torneo para deshonrarla. Volvió a subir las escaleras que quedaban, y, al final, encontró con la mirada la puerta de exageradas dimensiones, con el símbolo del remolino en el centro.
Observó y esperó a sus compañeros, y una vez estuvieron todos juntos, llamó a la puerta: unos suaves golpes bastaron para esperar a la llamada de la Kage.
—Un verdadero placer, Mitsuki-san, yo soy Mizumi Eri. — Se presentó con una sonrisa en los labios, pero fue cortada por el reproche de Yota hacia la de los ojos perlados. Eri miró de reojo a su compañero, quejándose por la actitud cortés de la Hyuga hacia los recién llegados, y ante ello rodó los ojos, no iba a meterse en aquella estúpida discusión en la que solo estaba participando él.
—Supongo que vosotros dos debéis de estar aquí por lo mismo, ¿cierto?
Pero antes de poder asentir, la recepcionista con cara de pocos amigos les indicó que se acercasen e inmediatamente después sacó una libreta con el símbolo de la villa bordado en su tapa, pidiéndoles nombre y firma para dejar constancia de que acababan de solicitar una misión a día de hoy.
— ¡Ah! Si lo querías era un autógrafo del Gran Yota más conocido como el ninja araña solo tenías que decirlo. Vamos, vamos, ¿Donde lo quieres? ¿Aquí? — Frunció el ceño al escuchar al pelirrojo hablar, ¿era ella o el ego se le había subido bastante en aquel año? Se ahorró el comentario y esperó su turno para firmar en aquel gran libro. — Vale, vale, ahí lo tienes. Guárdalo bien, algún día esto valdrá una fortuna — Negó con la cabeza y tomó la delantera a Mitsuki esta vez para coger el elemento para escribir su nombre y su firma cuando Yota añadió:
—Vamos chicas, vuestro turno.
La de ojos verdosos firmó y le pasó el relevo a la restante de los tres, luego escuchó atentamente las indicaciones de la recepcionista para subir al despacho de Shiona, la líder de su villa. Todos se dirigieron hacia las escaleras, y Yota se hizo el galán, dejando a las damas primero pasar.
—Gracias.— Atinó a decir, sonriente, y se aventuró la primera a las escaleras. Las subió y continuó recta, tenía muchas ganas de comenzar, y no quería retrasarse más de lo necesario, y menos hacer esperar a la Uzukage por culpa de unos genins, ya bastante había tenido en el Torneo para deshonrarla. Volvió a subir las escaleras que quedaban, y, al final, encontró con la mirada la puerta de exageradas dimensiones, con el símbolo del remolino en el centro.
Observó y esperó a sus compañeros, y una vez estuvieron todos juntos, llamó a la puerta: unos suaves golpes bastaron para esperar a la llamada de la Kage.