Parecía que Mogura se fuese a mantener inflexible ante el postre, así parecía, pero no. Desde luego no era para menos, el postre parecía haber sido confeccionado para alimentar a algún tipo de gigante en época de crecimiento. Tal y como quedó de pasmada la chica, el joven no dio para menos. Quedó si no igual de sorprendido, algo más. Apenas podía mantener los labios cerrados, y eso que aún no había podido mediar palabra.
Lo primero que se le vino a la cabeza fue nombrar de nuevo a un dios, éste chico sin duda era bastante religioso. Tras ello, justo cuando la camarera terminó de servirles el postre, alcanzó a agradecer el hecho. Justo como había hecho Katomi, aunque a éste pareció costarle mas desviar la mirada de su postre.
Habiendo sido la kunoichi la primera en soltar otra broma, Mogura rió a la par que soltaba otra. Con su montaña e tortitas podrían seguir comiendo a la siguiente semana los mencionados por Katomi. Ambos rieron por un rato, pero a ninguno de los dos le escapaba de vista el postre. Al mirar la cucharilla, la chica quedó plantada por un rato mas. ¿Cómo diantres iba a comerse ese enorme flan con una cucharilla tan pequeña? Diantres, deberían haberle traído por lo menos un cucharón de esos con los que se sirve un buen caldo de pollo...
Mogura no pudo contener sus sentimientos, y con los ojos brillando como una constelación, afirmó que eso era hermoso. Obviamente no se refería a otra cosa que no fuese su postre, sus ojos se centraban en un objetivo inamovible. Katomi no pudo aguantar la risa al escuchar el comentario de su compañero de comida.
—Ya veo, ya... jajajajaja.
Katomi se aró de valor, y un cuchara. Tomó aire, y con valentía atacó a su presa. —Que aproveche!— Anunció antes de tomar el primer bocado. Sus ojos brillaron casi tanto como los de Mogura hacía un instante. Se limitó a saborear el bocado, e incluso se permitió el lujo de dejar reposada la cuchara entre tanto sobre la montaña de nata.
—Esto está delicioso! Mmmmm!
La chica se llevó las manos hacia los mofletes, lo cuales tenía sonrojados. Por un instante, disfrutó el sabor al completo, tras lo cuál volvió al ataque.
Lo primero que se le vino a la cabeza fue nombrar de nuevo a un dios, éste chico sin duda era bastante religioso. Tras ello, justo cuando la camarera terminó de servirles el postre, alcanzó a agradecer el hecho. Justo como había hecho Katomi, aunque a éste pareció costarle mas desviar la mirada de su postre.
Habiendo sido la kunoichi la primera en soltar otra broma, Mogura rió a la par que soltaba otra. Con su montaña e tortitas podrían seguir comiendo a la siguiente semana los mencionados por Katomi. Ambos rieron por un rato, pero a ninguno de los dos le escapaba de vista el postre. Al mirar la cucharilla, la chica quedó plantada por un rato mas. ¿Cómo diantres iba a comerse ese enorme flan con una cucharilla tan pequeña? Diantres, deberían haberle traído por lo menos un cucharón de esos con los que se sirve un buen caldo de pollo...
Mogura no pudo contener sus sentimientos, y con los ojos brillando como una constelación, afirmó que eso era hermoso. Obviamente no se refería a otra cosa que no fuese su postre, sus ojos se centraban en un objetivo inamovible. Katomi no pudo aguantar la risa al escuchar el comentario de su compañero de comida.
—Ya veo, ya... jajajajaja.
Katomi se aró de valor, y un cuchara. Tomó aire, y con valentía atacó a su presa. —Que aproveche!— Anunció antes de tomar el primer bocado. Sus ojos brillaron casi tanto como los de Mogura hacía un instante. Se limitó a saborear el bocado, e incluso se permitió el lujo de dejar reposada la cuchara entre tanto sobre la montaña de nata.
—Esto está delicioso! Mmmmm!
La chica se llevó las manos hacia los mofletes, lo cuales tenía sonrojados. Por un instante, disfrutó el sabor al completo, tras lo cuál volvió al ataque.