Dejando mas distancia con el caballo de metal a cada paso, la chica estaba mas que decidida de su dirección de marcha. Había hecho éste camino una infinidad de veces, pero cada una de éstas había sido en ocasiones una calamidad. ¿A quien en su sano juicio le gustaría ir al trabajo? No, en realidad no era solo eso. Un simple trabajo no daba tantos problemas, pero realmente su trabajo en aquél sitio no era cualquier cosa. Como bien había dicho su amiga, era la pequeña matona, la fuerza violenta que chocaba contra aquél que se atrevía a sobrepasar las marcadas reglas del sitio. Nada del otro mundo, pero si que a veces llegaba a ser embarazoso y molesto. Por no hablar del millar de broncas que había tenido en lo que iba de año.
Tras apenas unos segundos andando con parsimonia, la kunoichi se decidió por no darle la satisfacción a su compañera de empresa en lo que hacía poco le había soltado. Descansó un instante el caminar, y puso a palparse el bolsillo del short para sacar el tabaco. Concretamente iba sacando la cajetilla para cuando una fuerza externa la hizo amerizar en la hierba. Para cuando eso sucedió, ya llevaba la cajetilla en trayecto para sacar uno de sus bienes, pero terminó rodando un metro y poco hacia la deriva.
—Tsk! Contras...
Era normal que se quejase, habían tropezado con ella como si hubiesen pateado un balón de fútbol. Pero no, eso no había sido lo peor del momento. Cuando quiso darse cuenta de lo sucedido, tenía sobre ella a un chico de cabellera castaña. Al menos en un principio supuso que se trataba de un chico, pues tampoco alcazaba a verle bien el rostro... pero él si que alcanzaba a otras cosas. Sin miramientos, el individuo se había topado con los pechos de la Sarutobi.
«¿En serio? Si ni tan siquiera he llegado al maldito local... ¿Ya empezamos con las broncas? Dios... dame paciencia... porque ganas de matar ya las tengo de sobra...»
Katomi hizo un amago como de apartar al chico, pero no demasiado lejos de su propósito, tan solo mantuvo un sello en un lateral, casi rozando el cabello del susodicho. Mientras tanto, su otra mano se dirigía hacia su virilidad. Lejos de un acto erótico, el ambiente comenzó a caldearse, literalmente.
—O te apartas rápido, o ésto será lo mas ardiente que toques por el resto de tu vida...— Amenazó mientras el olor a quemado se hacía mas pronunciado.
Si, había usado una técnica que lejos de ese tipo de propósito estaba diseñada para crear arte, o encender sus preciados cigarrillos. Pero tampoco se alejaba mucho, iba a hacer una buena barbacoa, y el fuego siempre ha sido considerado arte; para la Sarutobi al menos. Desde los dedos de la chica había surgido un pequeño chorro de fuego, que apuntaba sin miramientos a las partes nobles del joven. Cosa suya era decidir si seguir palpando y que ésta le quemase sin miramientos, o apresurarse en apagarse la escasa llamarada que tendría en esos momentos.
Tras apenas unos segundos andando con parsimonia, la kunoichi se decidió por no darle la satisfacción a su compañera de empresa en lo que hacía poco le había soltado. Descansó un instante el caminar, y puso a palparse el bolsillo del short para sacar el tabaco. Concretamente iba sacando la cajetilla para cuando una fuerza externa la hizo amerizar en la hierba. Para cuando eso sucedió, ya llevaba la cajetilla en trayecto para sacar uno de sus bienes, pero terminó rodando un metro y poco hacia la deriva.
—Tsk! Contras...
Era normal que se quejase, habían tropezado con ella como si hubiesen pateado un balón de fútbol. Pero no, eso no había sido lo peor del momento. Cuando quiso darse cuenta de lo sucedido, tenía sobre ella a un chico de cabellera castaña. Al menos en un principio supuso que se trataba de un chico, pues tampoco alcazaba a verle bien el rostro... pero él si que alcanzaba a otras cosas. Sin miramientos, el individuo se había topado con los pechos de la Sarutobi.
«¿En serio? Si ni tan siquiera he llegado al maldito local... ¿Ya empezamos con las broncas? Dios... dame paciencia... porque ganas de matar ya las tengo de sobra...»
Katomi hizo un amago como de apartar al chico, pero no demasiado lejos de su propósito, tan solo mantuvo un sello en un lateral, casi rozando el cabello del susodicho. Mientras tanto, su otra mano se dirigía hacia su virilidad. Lejos de un acto erótico, el ambiente comenzó a caldearse, literalmente.
—O te apartas rápido, o ésto será lo mas ardiente que toques por el resto de tu vida...— Amenazó mientras el olor a quemado se hacía mas pronunciado.
Si, había usado una técnica que lejos de ese tipo de propósito estaba diseñada para crear arte, o encender sus preciados cigarrillos. Pero tampoco se alejaba mucho, iba a hacer una buena barbacoa, y el fuego siempre ha sido considerado arte; para la Sarutobi al menos. Desde los dedos de la chica había surgido un pequeño chorro de fuego, que apuntaba sin miramientos a las partes nobles del joven. Cosa suya era decidir si seguir palpando y que ésta le quemase sin miramientos, o apresurarse en apagarse la escasa llamarada que tendría en esos momentos.