7/07/2016, 09:56
—P... ¿Por qué no me escribiste siquiera? Yo... creía que... después de lo que pasó en el Torneo... yo...
Ayame se abrazó a sí misma, resultando evidente que estaba intentando no llorar sin éxito.
—¿Qué podía hacer yo? —Daruu apartó la mirada, incómodo, y también se puso a llorar como una magdalena—. Podría haberte escrito algo, ¿pero dónde lo envío? ¿A tu casa? Imagínate a tu padre cogiendo la carta y leyéndola. No quería causarte problemas sin estar yo aquí para que la pagase conmigo y no contigo...
Daruu intentó reír, pero sólo salió de él una tos muy fea.
—Pero da igual... —dijo—. ...yo también tenía miedo de que te hubieras olvidado de mí, o de lo que pasó, o que te lo hubieras replanteado. He estado aprendiendo muchas cosas con Seremaru, y... te tenía preparada una cosita.
Extendió la palma de la mano e hizo crecer una rosa. Pero esta vez no era una, eran dos, tres, cuatro, cada una de un color más exótico hasta formar un ramillete. Luego, una especie de tejido hecho de hoja, de color verde, se enrolló alrededor de las rosas configurando un bonito bouquet. Daruu tomó la mano de Ayame y le puso el ramillete encima. Cerró sus dedos y la miró a los ojos.
—Ahora que la pague conmigo si quiere. —La acercó para sí y la besó.
Fue un beso más largo y más tranquilo que el que habían tenido aquella vez. Menos impulsivo, menos pasional, pero más dulce. Sus nervios lo agradecieron.
Cuando se separó de Ayame, apartó la mirada, nervioso. Señaló a un banco que había cerca de la barandilla.
—Si no te importa mojarte con la lluvia, podemos sentarnos ahí y ha... hablar un poco de todo antes de... —Suspiró—. Bueno, ya lo sabes, ¿no? La apuesta.
Daruu se adelantó y se sentó en el banco. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, recostándose y dejando que la lluvia acariciara su rostro y su cabello.
—¿Has hecho alguna misión este año? Con todo lo del entrenamiento, yo no he podido, y para las pocas que hicimos juntos en su día, la verdad es que lo echo en falta —sugirió—. ¿Recuerdas cuando acompañamos a tu padre a esa charla sobre las vacunaciones? Lo pienso ahora y es que es para reírse.
Aquella había sido su primera misión. Recordaba perfectamente cada detalle, al milímetro. Durante el desayuno, su madre le había recriminado que llevaba ya semanas graduado y que no se había lanzado a por ninguna tarea, y por lo visto a Zetsuo le pasaba algo parecido con Ayame. De modo que ambos habían decidido que los muchachos acompañarían a Zetsuo en una visita a la Academia y que éste registraría la misión como una oficial de rango D para que sendos shinobi se estrenasen en el oficio...
Ayame se abrazó a sí misma, resultando evidente que estaba intentando no llorar sin éxito.
—¿Qué podía hacer yo? —Daruu apartó la mirada, incómodo, y también se puso a llorar como una magdalena—. Podría haberte escrito algo, ¿pero dónde lo envío? ¿A tu casa? Imagínate a tu padre cogiendo la carta y leyéndola. No quería causarte problemas sin estar yo aquí para que la pagase conmigo y no contigo...
Daruu intentó reír, pero sólo salió de él una tos muy fea.
—Pero da igual... —dijo—. ...yo también tenía miedo de que te hubieras olvidado de mí, o de lo que pasó, o que te lo hubieras replanteado. He estado aprendiendo muchas cosas con Seremaru, y... te tenía preparada una cosita.
Extendió la palma de la mano e hizo crecer una rosa. Pero esta vez no era una, eran dos, tres, cuatro, cada una de un color más exótico hasta formar un ramillete. Luego, una especie de tejido hecho de hoja, de color verde, se enrolló alrededor de las rosas configurando un bonito bouquet. Daruu tomó la mano de Ayame y le puso el ramillete encima. Cerró sus dedos y la miró a los ojos.
—Ahora que la pague conmigo si quiere. —La acercó para sí y la besó.
Fue un beso más largo y más tranquilo que el que habían tenido aquella vez. Menos impulsivo, menos pasional, pero más dulce. Sus nervios lo agradecieron.
Cuando se separó de Ayame, apartó la mirada, nervioso. Señaló a un banco que había cerca de la barandilla.
—Si no te importa mojarte con la lluvia, podemos sentarnos ahí y ha... hablar un poco de todo antes de... —Suspiró—. Bueno, ya lo sabes, ¿no? La apuesta.
Daruu se adelantó y se sentó en el banco. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, recostándose y dejando que la lluvia acariciara su rostro y su cabello.
—¿Has hecho alguna misión este año? Con todo lo del entrenamiento, yo no he podido, y para las pocas que hicimos juntos en su día, la verdad es que lo echo en falta —sugirió—. ¿Recuerdas cuando acompañamos a tu padre a esa charla sobre las vacunaciones? Lo pienso ahora y es que es para reírse.
Aquella había sido su primera misión. Recordaba perfectamente cada detalle, al milímetro. Durante el desayuno, su madre le había recriminado que llevaba ya semanas graduado y que no se había lanzado a por ninguna tarea, y por lo visto a Zetsuo le pasaba algo parecido con Ayame. De modo que ambos habían decidido que los muchachos acompañarían a Zetsuo en una visita a la Academia y que éste registraría la misión como una oficial de rango D para que sendos shinobi se estrenasen en el oficio...