Su ayudante acababa de traerle su té de la mañana y Shiona se dispuso a disfrutar el hermoso olor del mejor té de todo Ōnindo, traído expresamente de las Islas del Té, mientras disfrutaba de la vista de su tan querida Uzushiogakure. El débil sonido del choque entre hueso y madera se extendió rápidamente por el gran despacho y llegó a su propietaria, que se encontraba de espaldas a la puerta observando a través del ventanal su enorme y prospera villa.
—Pasen— respondió Shiona como si de un acto reflejo se tratara.
Cuando la puerta se abriera la pelirroja vería a tres Gennins novatos que la miraban como si se los fuera a comer, cosa que le pasaba a menudo con sus ninjas más verdes. En su tiempo como Kage, que no era poco, había conseguido la experiencia suficiente para distinguir quien viene a por su primera misión. Un brote verde en su tan ordenada cosecha siempre era una alegría para la meticulosa mujer que se encontraba tras el escritorio donde posó la taza de té, ahora con la vista clavada en sus pequeños cachorritos listos para la acción.
—Buenos dias, Hyuga Mitsuki, Mizumi Eri y Sasagani Yota. ¿En qué os puedo ayudar?
Conforme los nombraba sus ojos se iban posando en cada uno de los muchachos, en su momento ya le pareció increíble que se presentaran en aquel torneo sin haber hecho ni una triste misión, pero habían tardado un año más en presentarse ante ella. El caso de Mitsuki aún tenia un pase, a diferencia de Eri y Yota, que además formaban un equipo. A lo mejor otro día les hubiera llamado la atención por tirarse dos años enteros desde que se graduaron hasta pedir su primera misión, sin embargo, aquel día era otro buen día de paz y era mejor no angustiarles antes de que se estrenaran.
Además, le venia de perlas que vinieran todos juntos.
—Pasen— respondió Shiona como si de un acto reflejo se tratara.
Cuando la puerta se abriera la pelirroja vería a tres Gennins novatos que la miraban como si se los fuera a comer, cosa que le pasaba a menudo con sus ninjas más verdes. En su tiempo como Kage, que no era poco, había conseguido la experiencia suficiente para distinguir quien viene a por su primera misión. Un brote verde en su tan ordenada cosecha siempre era una alegría para la meticulosa mujer que se encontraba tras el escritorio donde posó la taza de té, ahora con la vista clavada en sus pequeños cachorritos listos para la acción.
—Buenos dias, Hyuga Mitsuki, Mizumi Eri y Sasagani Yota. ¿En qué os puedo ayudar?
Conforme los nombraba sus ojos se iban posando en cada uno de los muchachos, en su momento ya le pareció increíble que se presentaran en aquel torneo sin haber hecho ni una triste misión, pero habían tardado un año más en presentarse ante ella. El caso de Mitsuki aún tenia un pase, a diferencia de Eri y Yota, que además formaban un equipo. A lo mejor otro día les hubiera llamado la atención por tirarse dos años enteros desde que se graduaron hasta pedir su primera misión, sin embargo, aquel día era otro buen día de paz y era mejor no angustiarles antes de que se estrenaran.
Además, le venia de perlas que vinieran todos juntos.
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