8/07/2016, 12:14
Después de que la peliazul tocase con los nudillos el gran portón que tenía en frente, una voz, la voz más potente y poderosa de Uzushiogakure se escuchó tras ella.
—Pasen.
Abrió la puerta después de mirar de reojo a sus compañeros, tragó saliva y entró; encontrándose con la figura de la líder de Uzushiogakure tal y como la recordaba: de una estatura digna, cabellos carmesíes que brillaban con los rayos del sol que se colaban por la ventana, y unos ojos violeta, a juego con el maquillaje que empleaba en sus curvos labios. Estaba parada frente a un gran ventanal, disfrutando de las preciosas vistas que su villa le ofrecía. Sin duda, esa mujer no cambiaba, seguía igual, por mucho que los años parecían pasar. Incluso parecía una con la villa.
Dejó a un lado sus pensamientos y se presentó en el centro de la sala.
—Buenos días, Hyuga Mitsuki, Mizumi Eri y Sasagani Yota. ¿En qué os puedo ayudar?
Entonces los miró, uno a uno mientras pronunciaba sus nombres, y un pequeño escalofrío recorrió su espalda. Ahí estaba ella, una hormiga frente a la reina de la colonia. Se sentía tan pequeña, metafórica y literalmente hablando.
Yota hizo una reverencia, y fue cuando ella también reaccionó, inclinó su cuerpo hacia delante, dejando caer su mirada al suelo para crear una reverencia como la que había hecho el Sasagani.
— Es un placer, Shiona-sama — Saludó la joven, aún sin perder la suave inclinación que mantenía con su cuerpo.
— Chicas, decírselo vosotras.
Eri se incorporó de nuevo y esperó a que Mitsuki, la restante de los tres; saludase a la kage, y ya que ella parecía tener más presencia que Eri y Yota, dejó los honores a la peliblanca de explicar el por qué estaban allí hoy.
—Pasen.
Abrió la puerta después de mirar de reojo a sus compañeros, tragó saliva y entró; encontrándose con la figura de la líder de Uzushiogakure tal y como la recordaba: de una estatura digna, cabellos carmesíes que brillaban con los rayos del sol que se colaban por la ventana, y unos ojos violeta, a juego con el maquillaje que empleaba en sus curvos labios. Estaba parada frente a un gran ventanal, disfrutando de las preciosas vistas que su villa le ofrecía. Sin duda, esa mujer no cambiaba, seguía igual, por mucho que los años parecían pasar. Incluso parecía una con la villa.
Dejó a un lado sus pensamientos y se presentó en el centro de la sala.
—Buenos días, Hyuga Mitsuki, Mizumi Eri y Sasagani Yota. ¿En qué os puedo ayudar?
Entonces los miró, uno a uno mientras pronunciaba sus nombres, y un pequeño escalofrío recorrió su espalda. Ahí estaba ella, una hormiga frente a la reina de la colonia. Se sentía tan pequeña, metafórica y literalmente hablando.
Yota hizo una reverencia, y fue cuando ella también reaccionó, inclinó su cuerpo hacia delante, dejando caer su mirada al suelo para crear una reverencia como la que había hecho el Sasagani.
— Es un placer, Shiona-sama — Saludó la joven, aún sin perder la suave inclinación que mantenía con su cuerpo.
— Chicas, decírselo vosotras.
Eri se incorporó de nuevo y esperó a que Mitsuki, la restante de los tres; saludase a la kage, y ya que ella parecía tener más presencia que Eri y Yota, dejó los honores a la peliblanca de explicar el por qué estaban allí hoy.