13/07/2016, 15:25
Se escuchaba como algo sacado del más futurista de los libros de ficción, tanto que apenas se lo podía imaginar; Cientos de torres de acero que subían hasta casi rozar un cielo en el que las nubes de lluvia jamás daban paso a los arcoíris. Una aldea sin vegetación y con muchos canales en los cuales navegar para moverse de un sitio a otro.
«Por como lo describe; Parece uno de esos lugares que hay que ver al menos una vez en la vida.»
—...creo que no he escuchado su nombre aún.
—Permítame presentársela —se apresuró a decir Kazuma—. Ella es Miyazaki Naomi, mi guardiana.
—Un placer, Mogura-san —Aseguro mientras hacía una leve reverencia con su cabeza.
La joven parecía ahora de mejor humor que cuando se habían encontrado, quizás ya hubiese olvidado aquel pequeño malentendido sobre los nombres y apellidos. Al menos el Ishimura quería creer eso, puesto que su plan era el contentarse con Naomi y para ello necesitaba que estuviera del mejor humor posible. Hasta ahora las cosas iban bien, pero el peliblanco necesitaba seguir con aquel teatro hasta que estuviese seguro de que el enojo de su guardiana se hubiese disipado por completo.
«¡Lo tengo!» Se dijo a sí mismo cuando dio con una gran idea.
—Quería preguntar una cosa más Mogura-dono —aseguro, observando de reojo a la Miyazaki— En todo tiempo y lugar hay costumbre, tradiciones y festividades, ¿Cuáles son las de su aldea?
«Por como lo describe; Parece uno de esos lugares que hay que ver al menos una vez en la vida.»
—...creo que no he escuchado su nombre aún.
—Permítame presentársela —se apresuró a decir Kazuma—. Ella es Miyazaki Naomi, mi guardiana.
—Un placer, Mogura-san —Aseguro mientras hacía una leve reverencia con su cabeza.
La joven parecía ahora de mejor humor que cuando se habían encontrado, quizás ya hubiese olvidado aquel pequeño malentendido sobre los nombres y apellidos. Al menos el Ishimura quería creer eso, puesto que su plan era el contentarse con Naomi y para ello necesitaba que estuviera del mejor humor posible. Hasta ahora las cosas iban bien, pero el peliblanco necesitaba seguir con aquel teatro hasta que estuviese seguro de que el enojo de su guardiana se hubiese disipado por completo.
«¡Lo tengo!» Se dijo a sí mismo cuando dio con una gran idea.
—Quería preguntar una cosa más Mogura-dono —aseguro, observando de reojo a la Miyazaki— En todo tiempo y lugar hay costumbre, tradiciones y festividades, ¿Cuáles son las de su aldea?