14/07/2016, 22:36
Media vuelta, la arena. Media vuelta, la costa. Media vuelta, el mar. Media vuelta, árboles. Media vuelta, más árboles.
Paso a paso Karamaru se internaba más en la ruidosa pero a la vez calma selva. Se mojaba los pies con la salpicadura del agua de río que corría a tan solo centímetros de su ruta de caminata. Poco tiempo y ya varias veces se había golpeado velozmente los brazos para matar algún que otro insecto. Miraba cuidadosamente sus pasos, su alrededor y el suelo de las cercanías.
La selva estaba llena de vegetación pero también llena de animales. Sombras, ruidos, movimientos, uno no podía dejar de ver mamíferos, reptiles e insectos a no ser que cerrara los ojos.
Pero nadie se le acercaba, parecía no correr peligro o por lo menos no por ahora. Si lo estaban acechando poco cuenta se había dado. Siguió caminando en su curso, kunai en mano, adentrándose en la frondosa selva. Había dos cosas que le preocupaban en ese momento: qué tanto debería caminar y que ese era el único kunai con el que contaba para cortar lianas, ramas y hojas.
Ufff....
El monje pasó su antebrazo por su brillosa frente y luego sacó un pequeño tubito, cilindrico, de bambú. Un diminuto recipiente que acercó al agua, dejó que entrase en el y luego lo vertió en su boca para refrescarse ante tanto calor. Lo guardó en el mismo lugar donde estaba y siguió, siguió sin encontrarse a nadie en el camino.
Pocos minutos tras haber bebido encontró una piedrita brillante color amarilla en el suelo, junto a unas piedras. ¿Habría sido de alguien? ¿Se le habría caído a alguien? Eso no importaba, Karamaru la había encontrado y era de él. No había ninguna duda de que el dueño volvería a buscar un objeto de, aparentemente, poco valor. Eso, estaba más que seguro, que no era un robo.
De tanto en tanto podía llegar a ver una punta de tierra allá arriba, solo cuando los árboles lo dejaban pispear por los huecos que dejaban sus hojas. Se acercaba a una montaña y eso le disgustaba. No por el simple hecho de que había una sino porque seguramente ese era el principio del río y el fin de su guía para no perderse en la selva.
Paso a paso Karamaru se internaba más en la ruidosa pero a la vez calma selva. Se mojaba los pies con la salpicadura del agua de río que corría a tan solo centímetros de su ruta de caminata. Poco tiempo y ya varias veces se había golpeado velozmente los brazos para matar algún que otro insecto. Miraba cuidadosamente sus pasos, su alrededor y el suelo de las cercanías.
La selva estaba llena de vegetación pero también llena de animales. Sombras, ruidos, movimientos, uno no podía dejar de ver mamíferos, reptiles e insectos a no ser que cerrara los ojos.
Pero nadie se le acercaba, parecía no correr peligro o por lo menos no por ahora. Si lo estaban acechando poco cuenta se había dado. Siguió caminando en su curso, kunai en mano, adentrándose en la frondosa selva. Había dos cosas que le preocupaban en ese momento: qué tanto debería caminar y que ese era el único kunai con el que contaba para cortar lianas, ramas y hojas.
Ufff....
El monje pasó su antebrazo por su brillosa frente y luego sacó un pequeño tubito, cilindrico, de bambú. Un diminuto recipiente que acercó al agua, dejó que entrase en el y luego lo vertió en su boca para refrescarse ante tanto calor. Lo guardó en el mismo lugar donde estaba y siguió, siguió sin encontrarse a nadie en el camino.
Pocos minutos tras haber bebido encontró una piedrita brillante color amarilla en el suelo, junto a unas piedras. ¿Habría sido de alguien? ¿Se le habría caído a alguien? Eso no importaba, Karamaru la había encontrado y era de él. No había ninguna duda de que el dueño volvería a buscar un objeto de, aparentemente, poco valor. Eso, estaba más que seguro, que no era un robo.
De tanto en tanto podía llegar a ver una punta de tierra allá arriba, solo cuando los árboles lo dejaban pispear por los huecos que dejaban sus hojas. Se acercaba a una montaña y eso le disgustaba. No por el simple hecho de que había una sino porque seguramente ese era el principio del río y el fin de su guía para no perderse en la selva.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘