15/07/2016, 22:44
No había forma en todo Oonindo, ni siquiera en los Siete Reinos del Inframundo, en la que el rostro de una persona expresara más satisfacción y regocijo que cuando aquella anciana recepcionista atendió por fin a las demandas de los dos jóvenes gennin y les indicó cómo llegar hasta Senju Yubiwa. Anzu parecía incluso brillar, porque la perspectiva de aquella pequeña victoria iluminaba su camino como un faro en la lejanía, cruzando el mar de las tinieblas. «Tatsuya-san, ¡vaya pico de oro tienes joder! ¡Ole tus huevos, sí señor!»
La Yotsuki escuchó atentamente las indicaciones que les daba aquella mujer. Al parecer el Kawakage había salido de viaje hacia Notsuba, en el País de la Tierra. Un camino largo y cansado que los gennin deberían hacer a toda prisa si querían alcanzar al mandatario... O no, porque según aquella mujer —que por su aspecto parecía acumular experiencia suficiente como para decirse versada en esos asuntos— les aseguró que Yubiwa no era de los que viajaban con prisas. «¡Por todos los dioses, por fin algo de suerte!»
—Muchas gracias —dijo torpemente la kunoichi, inclinándose en una tosca reverencia que ni siquiera parecía tal. Nunca se le habían dado bien los formalismos—. Nos pondremos en camino de inmediato.
Anzu esperó a que Tatsuya diera el visto bueno, y salió del Edificio.
—Bueno, parece que nos toca pegarnos una buena 'patea' —afirmó, pensando que quizás no habían tenido tanta suerte—. Voy a pasar por casa a coger algunas provisiones, no sabemos qué tan lejos puede estar ya la caravana de Kawakage-sama. ¿Te parece que nos veamos en las puertas dentro de quince minutos?
La Yotsuki escuchó atentamente las indicaciones que les daba aquella mujer. Al parecer el Kawakage había salido de viaje hacia Notsuba, en el País de la Tierra. Un camino largo y cansado que los gennin deberían hacer a toda prisa si querían alcanzar al mandatario... O no, porque según aquella mujer —que por su aspecto parecía acumular experiencia suficiente como para decirse versada en esos asuntos— les aseguró que Yubiwa no era de los que viajaban con prisas. «¡Por todos los dioses, por fin algo de suerte!»
—Muchas gracias —dijo torpemente la kunoichi, inclinándose en una tosca reverencia que ni siquiera parecía tal. Nunca se le habían dado bien los formalismos—. Nos pondremos en camino de inmediato.
Anzu esperó a que Tatsuya diera el visto bueno, y salió del Edificio.
—Bueno, parece que nos toca pegarnos una buena 'patea' —afirmó, pensando que quizás no habían tenido tanta suerte—. Voy a pasar por casa a coger algunas provisiones, no sabemos qué tan lejos puede estar ya la caravana de Kawakage-sama. ¿Te parece que nos veamos en las puertas dentro de quince minutos?