16/07/2016, 10:57
Uchiha Datsue entró en escena tal y como ella se habría esperado. Conociendo a aquel chico, no podría haberlo hecho de otra manera ni aunque quisiera. Nada más acercarse a la mesa ya Anzu pudo ver cómo atraía las miradas de casi todos; «creo que me he perdido algo importante...» No había otra explicación a la repentina curiosidad que muchos comensales parecían sentir por el joven Uchiha.
Anzu se levantó con cierta torpeza, alisándose los pliegues de la yukata. Pensó en todo lo que había querido decirle a aquel chico desde hacía tiempo; su bochornosa actuación en el Torneo, los rumores que había oído en más de una ocasión sobre su papel en lo ocurrido durante el Torneo, el bijuu, la visión que les había enviado el Sabio de los Seis Caminos y sus enigmáticas palabras para con ellos dos.
Podía oír las palabras de Rikudo-sennin en su cabeza, tan claras como el primer día. ¿Qué había querido decir?
Sin embargo, todo aquello que había estado esperando un año para preguntarle —o echarle en cara— a su compañero de Villa quedó relegado a un segundo plano cuando él la empapó de su afectividad. En realidad, no eran más que dos amigos que se reencontraban después de lo que había parecido una eternidad. Datsue sonrió, y Anzu le devolvió la sonrisa —aunque la suya estaba deformada y ni siquiera parecía una sonrisa, era igual de sincera—.
—Yo también me alegro de verte, Datsue-san —respondió, cuando el gennin se metió con su peinado.
La Yotsuki le ofreció la mano derecha, surcada de horribles quemaduras ya cicatrizadas, pero entonces...
—¿Qué cojones...? —los ojos grises de Anzu examinaron con incredulidad al bebé que Datsue llevaba en brazos—. Vaya, veo que no has perdido el tiempo. Bueno, pues, ¡enhorabuena! ¿Cuándo te casas?
Anzu se levantó con cierta torpeza, alisándose los pliegues de la yukata. Pensó en todo lo que había querido decirle a aquel chico desde hacía tiempo; su bochornosa actuación en el Torneo, los rumores que había oído en más de una ocasión sobre su papel en lo ocurrido durante el Torneo, el bijuu, la visión que les había enviado el Sabio de los Seis Caminos y sus enigmáticas palabras para con ellos dos.
«Anzu, Datsue... Os recuerdo muy diferentes, no os metáis en problemas, ¿vale?»
Podía oír las palabras de Rikudo-sennin en su cabeza, tan claras como el primer día. ¿Qué había querido decir?
Sin embargo, todo aquello que había estado esperando un año para preguntarle —o echarle en cara— a su compañero de Villa quedó relegado a un segundo plano cuando él la empapó de su afectividad. En realidad, no eran más que dos amigos que se reencontraban después de lo que había parecido una eternidad. Datsue sonrió, y Anzu le devolvió la sonrisa —aunque la suya estaba deformada y ni siquiera parecía una sonrisa, era igual de sincera—.
—Yo también me alegro de verte, Datsue-san —respondió, cuando el gennin se metió con su peinado.
La Yotsuki le ofreció la mano derecha, surcada de horribles quemaduras ya cicatrizadas, pero entonces...
—¿Qué cojones...? —los ojos grises de Anzu examinaron con incredulidad al bebé que Datsue llevaba en brazos—. Vaya, veo que no has perdido el tiempo. Bueno, pues, ¡enhorabuena! ¿Cuándo te casas?