17/07/2016, 13:06
—TATSUYA ROAD—
Tras separarse de su leal sirviente, Tatsuya se adentra solo en dirección a su muer.... digo jungla. Conforme vaya avanzando, el de ojos dispares, irá viéndose envuelto por un denso follaje. La zona en la que se ha metido, está totalmente plagada de helechos, arbustos y árboles de ramas bajas. Avanzar es un suplicio, por cada rama que se corta aparecen dos. Por si todo eso fuese poco, en la zona en la que se encuentra el sonido predominante es el siseo de serpientes, muchas serpientes a la vez que parecen no estar muy contentas con la visita del muchacho de Takigakure.
Si nuestro aventurero sigue avanzando, se irá encontrando que además de vegetación la zona esta llena de piedras de diferentes tamaños y que, justo en mitad de su trayecto, se eleva una enorme pared de tierra, piedra y raíces totalmente repleta de agujeros sospechosamente oscuros y fresquitos.
—KARAMARU WAY—
Tras haber recogido aquella brillante piedra de color amarillo, había seguido avanzando de manera inteligente. Siempre pegado al riachuelo, sin embargo este empezaba a acabarse conforme la vegetación iba dejando paso a las montañas. Si nuestro querido monje seguía avanzando, se encontraría con el abrupto final de la selva que daría paso a una extensa llanura de casi un kilómetro a los pies de un volcán durmiente. En mitad de aquella llanura, justo en la falda de aquel accidente geológico, se levantaban dos grandes totems de piedra trabajada de manera bastante ruda.
Las dos piedras talladas, representaban a dos monos gemelos tallados con líneas rectas. Parecen estar en posición de ataque, mostrando los colmillos y las garras.
Aunque el paso del tiempo ha respetado a las estatuas, están totalmente cubiertas por musgo y algunas enredaderas a pesar de estar en mitad de aquella llanura de tierra gris y negra.
El riachuelo que persigue nuestro querido monje, discurre entre ambas estatuas y se puede ver como asciende por la ladera del volcán donde forma pequeñas cascadas.
—MITUSKI—
La peliblanca por su parte, había encontrado no muy lejos del lugar donde se encontraba anteriormente, una magifera o lo que es lo mismo: un árbol que daba mangos. Por suerte para lo joven parecían estar cerca de madurar, o eso al menos era lo que aparentaban pues presentaban un saludable color entre rosado y amarillo.
"Bueno, parece que de momento no moriré de hambre"
Así que sin dilatar más el momento, la chica procedió a encaramarse en el árbol para comenzar a recoger los frutos que compondrían por el momento la base de su alimentación y su supervivencia en aquel recóndito lugar