17/07/2016, 17:02
(Última modificación: 17/07/2016, 20:23 por Uchiha Akame.)
Anzu no pudo reprimir un gesto de ira cuando el Uchiha admitió abiertamente que le estaba vacilando. Aquel bebé no era su hijo, o hija, o nada parecido; era su hermana. Ni siquiera la enternecedora carcajada de Haruka y el gesto cariñoso de Datsue para con ella consiguió apaciguar el fuego que había empezado a arder en las entrañas de Anzu. «Por todos los dioses de Oonindo, no ha cambiado ni un poco. ¡Miente más que habla! Hijo de una hiena sifilítica...» Apretó los dientes y aceptó, resignada, que Datsue se acababa de burlar, con éxito, de ella. Otra vez.
Sin embargo, la kunoichi no estaba dispuesta a tragarse tan fácilmente la verborrea de su compañero en lo que se refería a otros asuntos. Concretamente, cuando Datsue, haciendo un alarde de osadía considerable, trató de excusarse —y, no sólo eso, sino de glorificarse también— por su actuación en el Torneo. ¡Claro que Anzu no se refería a eso! Pero el Uchiha era un chico astuto y muy hábil a la hora de manipular el rumbo de una conversación.
—¡Y una mierda, socio! —replicó ella, con un tono de voz que atrajo las miradas de los comensales. Anzu se dio cuenta y trató de bajar una marcha—. Aceptaste un soborno de ese estirado diamantista antes siquiera de empezar a pelear. Te pusiste en ridículo en la final, saltando al campo... ¡Nos pusiste en ridículo a todos! ¿Y eso del bijuu? Que yo sepa no hay monstruo ninguno aquí, sólo un montón de comida y charlatanería barata —añadió, señalándole la tripa.
La Yotsuki se estaba empezando a alterar, y no pudo evitar que su lenguaje corporal la delatase. Consciente de ello, trató de respirar hondo y coger aire. De todas las cualidades y virtudes que tenía Datsue, la de provocar en ella unas ganas tremendas de darle un sopapo era la más notable.
—¿Por qué demonios fuiste? Podrías haberte negado, ¿lo sabías? Hubiera sido mejor que dejar el nombre de Takigakure a la altura del betún.
Sus palabras estaban cargadas de reproche, pero aun así, se sentía culpable en el fondo. Porque ella había sido en ese momento lo bastante débil como para que el Kawakage ni siquiera la invitase.
Sin embargo, la kunoichi no estaba dispuesta a tragarse tan fácilmente la verborrea de su compañero en lo que se refería a otros asuntos. Concretamente, cuando Datsue, haciendo un alarde de osadía considerable, trató de excusarse —y, no sólo eso, sino de glorificarse también— por su actuación en el Torneo. ¡Claro que Anzu no se refería a eso! Pero el Uchiha era un chico astuto y muy hábil a la hora de manipular el rumbo de una conversación.
—¡Y una mierda, socio! —replicó ella, con un tono de voz que atrajo las miradas de los comensales. Anzu se dio cuenta y trató de bajar una marcha—. Aceptaste un soborno de ese estirado diamantista antes siquiera de empezar a pelear. Te pusiste en ridículo en la final, saltando al campo... ¡Nos pusiste en ridículo a todos! ¿Y eso del bijuu? Que yo sepa no hay monstruo ninguno aquí, sólo un montón de comida y charlatanería barata —añadió, señalándole la tripa.
La Yotsuki se estaba empezando a alterar, y no pudo evitar que su lenguaje corporal la delatase. Consciente de ello, trató de respirar hondo y coger aire. De todas las cualidades y virtudes que tenía Datsue, la de provocar en ella unas ganas tremendas de darle un sopapo era la más notable.
—¿Por qué demonios fuiste? Podrías haberte negado, ¿lo sabías? Hubiera sido mejor que dejar el nombre de Takigakure a la altura del betún.
Sus palabras estaban cargadas de reproche, pero aun así, se sentía culpable en el fondo. Porque ella había sido en ese momento lo bastante débil como para que el Kawakage ni siquiera la invitase.