17/07/2016, 18:48
La Uzukage se vio obligada a disculpar las acciones descorteses del joven, pues estas se movían por el espíritu de la juventud. Esa mezcla de nerviosismo y entusiasmo que envolvían a todo shinobi durante su primera misión y que le impedía a aquel mozalbete esperarse pacientemente a que su compañera le diera los detalles. Sí que adoraba dar sus primeras misiones a los jovenes ninjas de su villa, sí. Le recordaban a tiempos lejanos en los que su sitio no estaba detrás de un escritorio, sino más allá del edificio que ahora ocupaba.
No dijo nada más, se quedó observando como sus apuestos gennin desenrollaban impacientes el hermoso pergamino y aquel brillo en sus ojos al ver cuan grata era la responsabilidad que ella les había brindado. Erróneamente a lo que algunos pensaban, las misiones de rango D no son exclusivamente de las puertas de Uzushiogakure para dentro. Las tareas se ordenan por peligrosidad, y aquella misión era de riesgo nulo. Su confianza en la embarcación era plena y el mayor peligro para su éxito eran los políticos que se encontrarían allí.
Cuando el trío se dispuso a irse, ambas kunoichis se inclinaron de nuevo ante ella antes de partir, a diferencia del tercer miembro, cuya emoción le impidió pararse a hacer un saludo como dios manda.
— Confío en vosotros. Que tengáis buen viaje. — se despidió Shiona, que volvió a su té en cuanto se fueron.
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El embarcadero estaba tan animado y abarrotado como siempre. Barcos llegando y saliendo, amarrando y levando anclas. La gran mayoría de ellos llevaban algún distintivo de donde venían. Algunos con velas verdes y el kanji de "Capital" en la vela mayor, otros con velas rojas y el kanji "Rojo" en la mayor y por último, una pequeña porción con el kanji "Blanco" y las velas blancas de toda la vida. Aunque también había algunos que no eran tan publicitarios ni radicales y, simplemente, llevaban velas sin pintar, es decir, blancas y ningún kanji en su vela mayor. Aunque todos llevaban en la parte visible del casco un símbolo de un remolino en un circulo, exactamente igual al de las bandanas de los shinobi, que demostraba que se habían fabricado y servían al país del Remolino.
En aquel extremo de la playa, donde se erigía un enorme embarcadero de madera maciza que se extendía mar adentro varias decenas de metros, los hombres más forzudos iban y venían con cajas más grandes que ellos mientras los capitanes de los barcos se paseaban por sus navíos comprobando los desperfectos y dando ordenes de agilizar el embarco o desembarco. Un solo hombre se paseaba con una enorme libreta en la mano anotando algo cuidadosamente, a este anotador le acompañaban dos shinobis con sus chalecos correspondientes a su villa, Uzushiogakure.
No dijo nada más, se quedó observando como sus apuestos gennin desenrollaban impacientes el hermoso pergamino y aquel brillo en sus ojos al ver cuan grata era la responsabilidad que ella les había brindado. Erróneamente a lo que algunos pensaban, las misiones de rango D no son exclusivamente de las puertas de Uzushiogakure para dentro. Las tareas se ordenan por peligrosidad, y aquella misión era de riesgo nulo. Su confianza en la embarcación era plena y el mayor peligro para su éxito eran los políticos que se encontrarían allí.
Cuando el trío se dispuso a irse, ambas kunoichis se inclinaron de nuevo ante ella antes de partir, a diferencia del tercer miembro, cuya emoción le impidió pararse a hacer un saludo como dios manda.
— Confío en vosotros. Que tengáis buen viaje. — se despidió Shiona, que volvió a su té en cuanto se fueron.
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El embarcadero estaba tan animado y abarrotado como siempre. Barcos llegando y saliendo, amarrando y levando anclas. La gran mayoría de ellos llevaban algún distintivo de donde venían. Algunos con velas verdes y el kanji de "Capital" en la vela mayor, otros con velas rojas y el kanji "Rojo" en la mayor y por último, una pequeña porción con el kanji "Blanco" y las velas blancas de toda la vida. Aunque también había algunos que no eran tan publicitarios ni radicales y, simplemente, llevaban velas sin pintar, es decir, blancas y ningún kanji en su vela mayor. Aunque todos llevaban en la parte visible del casco un símbolo de un remolino en un circulo, exactamente igual al de las bandanas de los shinobi, que demostraba que se habían fabricado y servían al país del Remolino.
En aquel extremo de la playa, donde se erigía un enorme embarcadero de madera maciza que se extendía mar adentro varias decenas de metros, los hombres más forzudos iban y venían con cajas más grandes que ellos mientras los capitanes de los barcos se paseaban por sus navíos comprobando los desperfectos y dando ordenes de agilizar el embarco o desembarco. Un solo hombre se paseaba con una enorme libreta en la mano anotando algo cuidadosamente, a este anotador le acompañaban dos shinobis con sus chalecos correspondientes a su villa, Uzushiogakure.
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