19/07/2016, 13:58
Aun siendo mediados de primavera, el calor de aquel día era extrañamente sofocante, y Eri, embutida en su típica ropa, no podía estar sudando más en el campo de entrenamiento. Después de media hora sin parar, tomó sus largos cabellos y los estrujó para retirar todo el líquido que se había instaurado en ellos; y por ello, disipó los pensamientos y las ganas de seguir entrenando para volver a su casa, dispuesta a cambiarse de ropa a alguna más veraniega.
Estaba en su villa por algo, ¿no?
Se recogió el cabello en una coleta y se quitó la túnica azul que siempre llevaba consigo, quedando en su camiseta sin mangas interior y sus pantalones cortos, también cambió sus botas ninja por unas sandalias bajas; y después de sentirse más fresca, miró por la ventana.
Tenía una idea.
Caminaba por las Costas del Remolino con las sandalias en sus manos, disfrutando de la fresca brisa marina cuando un montículo de tierra llamó su atención y se acercó a él, ¿habrían sido los niños haciendo castillos de arena? Divertida se acercó, pensando en qué podría construir ella. Aunque hubiese madurado todavía guardaba un cachito de niña dentro de ella. Sin embargo, a escasos metros del cúmulo de arena fue cuando reconoció cuatro extremidades, y una cabeza.
''¿Una persona?''
De perdidos al río, la joven kunoichi se acercó y observó a un joven de dimensiones un tanto exageradas, y recordó de forma vaga a un chico que presentaba las mismas características en la academia, cuando estudiaba y dormía allí. ¿Serían la misma persona?
Caminó un par de pasos más y, como algo del destino, la huérfana se tropezó con la arena y terminó con la cabeza estampada en la tripa del chico. Ya era demasiado tarde para echarse atrás.
—Ghul-a... — Intentó decir, pero sus palabras fueron eclipsadas por las grasas de la tripa del desconocido. ¡Ella solo intentaba saludar!
Estaba en su villa por algo, ¿no?
Se recogió el cabello en una coleta y se quitó la túnica azul que siempre llevaba consigo, quedando en su camiseta sin mangas interior y sus pantalones cortos, también cambió sus botas ninja por unas sandalias bajas; y después de sentirse más fresca, miró por la ventana.
Tenía una idea.
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Caminaba por las Costas del Remolino con las sandalias en sus manos, disfrutando de la fresca brisa marina cuando un montículo de tierra llamó su atención y se acercó a él, ¿habrían sido los niños haciendo castillos de arena? Divertida se acercó, pensando en qué podría construir ella. Aunque hubiese madurado todavía guardaba un cachito de niña dentro de ella. Sin embargo, a escasos metros del cúmulo de arena fue cuando reconoció cuatro extremidades, y una cabeza.
''¿Una persona?''
De perdidos al río, la joven kunoichi se acercó y observó a un joven de dimensiones un tanto exageradas, y recordó de forma vaga a un chico que presentaba las mismas características en la academia, cuando estudiaba y dormía allí. ¿Serían la misma persona?
Caminó un par de pasos más y, como algo del destino, la huérfana se tropezó con la arena y terminó con la cabeza estampada en la tripa del chico. Ya era demasiado tarde para echarse atrás.
—Ghul-a... — Intentó decir, pero sus palabras fueron eclipsadas por las grasas de la tripa del desconocido. ¡Ella solo intentaba saludar!