20/07/2016, 17:47
—Hulaaa... —fue su voz lo que la sobresaltó, y mayor fue su sorpresa cuando alzó la mirada y se encontró con la figura de Daruu acercándose a ella con la mano en alto y un desanimado saludo.
—¡Oh! Ho... hola —balbuceó con torpeza y enseguida reparó en que él también llevaba un papel. ¿Era posible que...? ¿Pero por qué?
—¿Aún no ha llegado tu padre?
Aquella pregunta consiguió desorientarla por completo.
—¿Qué? ¿Mi padre? ¿Para qué iba a venir aq...?
Pero ni siquiera fue capaz de terminar la frase. El aire se revolvió tras su espalda y una voz que ella conocía demasiado bien resonó, tenaz y dura como la roca:
—Para que mováis vuestros culos de una buena vez y trabajéis como los ninjas que sois.
Ayame se dio la vuelta como un resorte, y poco le faltó para chocar contra Daruu en su apresurado movimiento. Y es que ante ambos había aparecido de la nada la imponente figura de un hombre alto envuelto en un largo haori oscuro. Sus cabellos cortos, oscuros pero con ciertos tintes azulados desteñidos por el paso del tiempo, se mecían al compás del viento y de la lluvia. Una lluvia que parecía incapaz de aplacar a sus ojos aguamarina, afilados como los de un águila, y que los miraban con la misma dureza que aquella última mirada que le había echado aquella mañana antes de abandonar la casa con un sonoro portazo.
—¿Pero qué...? ¿Qué haces aquí? —preguntó, sin poder evitarlo, y de alguna forma sonó más insolente de lo que había pretendido. En respuesta, Ayame se llevó una nueva mirada recriminatoria que le hizo bajar la mirada, intimidada.
—Kiroe y yo nos hemos cansado de vuestra constante inactividad —soltó, sin ningún tipo de tapujo, y metió la mano en uno de sus bolsillos—. Así que tras una breve charla con Yui-sama hemos decidido que hoy os vais a venir conmigo.
Sin darles tiempo a réplicas, le lanzó a Daruu un objeto. Era un pergamino enrollado, y en el momento en el que lo desenrollara se encontraría con el siguiente mensaje: