21/07/2016, 14:13
—TATSUYA ROAD—
El de ojos dispares, se había detenido frente aquella imponente pared natural. Haciendo gala de su buen juicio, no había intentado ni siquiera acercarse ante la "posibilidad" de que fuese un nido de serpientes. Tras un rato intentado bordear la pared, el pelinegro se daría cuenta de que era muy larga. Seguramente, trataría de desandar el camino pero ante o después se daría cuenta de que no estaba solo. Entre la maleza a sus espaldas, el siseo se había intensificado y ahora parecía rodearle. Si nuestro aventurero se fijaba bien, entre los matorrales y arbustos podría ver fugaces sombras que le rondaban y vigilaban desde la distancia.
—KARAMARU WAY—
Encaramado sobre aquella estatua, Karamaru tenía una vista privilegiada de la selva e incluso del mar aprovechando tanto la elevación del terreno como la propia de la construcción. Sí mantenía fija la mirada en el horizonte, lo único que observaría es la falsa tranquilidad de la selva pues debajo de las copas de los árboles la vida puede llegar a ser casi frenética.Tras un rato, desde esas mismas copas tan pacíficas, sin previo aviso cientos de pájaros alzan el vuelo desesperadamente como si algo los hubiese asustado. El sonido amortiguado de sus miles de aleteos es perfectamente audible para el calvorota a pesar de la distancia.
Unos segundos más tarde, desde la distancia, justo a su espalda un extraño barullo comenzaba a formarse. Si el calvito volvía la mirada, vería unos veinte hombres rodeando el volcán. Van apenas cubiertos por unos taparrabos, son de piel morena y cabellos largos y desaliñados. Parecen ir armados con lanzas y hondas.
Aquellos nativos, corrían mientras gritaban enfurecidamente en dirección a la estatua sobre la que estaba Karamaru ¿Quizás había profanado una estatua sagrada o querrían saludarle efusivamente? Eso no se podía deducir fácilmente, en manos de nuestro amigo queda decidir si quiere conocerlos o pone tierra de por medio
—MITUSKI—
Mientras tanto, Mitsuki había recogido ya unos cuentos mangos y buscaba ahora una manera de transportarlos. La chica rebuscaba entre los arbustos cercanos tratando de encontrar hojas anchas o ramas con las que tratar de hacer un cesto. Agobiada por el calor y un tanto ofuscada por tanta vegetación, la joven no se percató de que algo o alguien se había ido acercando poco a poco a ella por la espalda. Un suave "crack" fue lo único que escuchó cuando ya era demasiado tarde, trato de girar pero un fuerte golpe en la cabeza la dejó inconsciente fulminantemente. El sonido del golpe, asustó a las aves que descansaban sobre las ramas provocando que alzasen el vuelo en masa.