23/07/2016, 23:40
La expectativa se hacía notar en el gesto de Kazuma. Quizás fuera por toda aquella brillosa y elegante platería, o por lo refinado del ambiente, que aquel piscolabis prometía ser sumamente delicioso.
—Con solo verlo ya puedo decir que va a estar exquisito. —Aseguró el joven de Amegakure al ver su postre.
—Ciertamente, es encantador a la vista —concedió Naomi quien era en extremo exigente con todo lo referente a la repostería—. Esperemos que sea igual de agradable para el paladar.
El de ojos grises miró en silencio, y con curiosidad, la bandeja y el domo que yacían frente a él. Su helado, al igual que lo ordenado por los demás, se encontraba cubierto por una cúpula de cristal transparente. Aquello era lo habitual en cuanto a pastelería, pero se le hacía curioso que al tocarla no pudiera sentir nada y que tampoco tuviese algún olor.
«Se ve… Interesante.» Su helado yacía allí, colorido y aislado, provocando a su mente para que imaginara el cómo debía saber y oler.
Con lentitud y elegancia, el joven Ishimura fue el primero en levantar su brazo con la intención de retirar la burbuja que le separaba de su dulce alimento. Realizó un primer intento, pero no se levantó. Inmediatamente se dio cuenta de que había que girarla un poco, sujetándola de la agarradera. Con su segundo intento lo logró; La bóveda se levantó con un ligero sonido de descompresión, y entonces emergió un densa neblina helada que daba fe de lo fríamente conservado que se encontraba el interior. «Cuanto detalle…» Se dijo a sí mismo al notar que su postre estaba herméticamente sellado y encerrado en un contenedor térmicamente aislante. Todo aquel cuidado para que el platillo llegará a la mesa, y pudiese permanecer en la misma, con su máximo de calidad y sabor.
—También emana un aroma increible. —Aclamo, mientras percibía como la fina vainilla y el robusto olor frutal acariciaba su sentido del olfato.
Puede que todo se presentara como muy delicioso, pero el joven “señor” no empezaría a comer hasta que sus acompañantes hubiesen terminado de apreciar lo que habían pedido. Suerte para él que aquello no duró mucho, pues la que más se tardó fue su guardiana, que seguía sin apartar su ojo crítico de la comida.
—Buen provecho. —Fue lo que dijo justo antes de tomar la cucharilla y comenzar a deleitarse con el helado más fino que hubiese visto alguna vez.
—Con solo verlo ya puedo decir que va a estar exquisito. —Aseguró el joven de Amegakure al ver su postre.
—Ciertamente, es encantador a la vista —concedió Naomi quien era en extremo exigente con todo lo referente a la repostería—. Esperemos que sea igual de agradable para el paladar.
El de ojos grises miró en silencio, y con curiosidad, la bandeja y el domo que yacían frente a él. Su helado, al igual que lo ordenado por los demás, se encontraba cubierto por una cúpula de cristal transparente. Aquello era lo habitual en cuanto a pastelería, pero se le hacía curioso que al tocarla no pudiera sentir nada y que tampoco tuviese algún olor.
«Se ve… Interesante.» Su helado yacía allí, colorido y aislado, provocando a su mente para que imaginara el cómo debía saber y oler.
Con lentitud y elegancia, el joven Ishimura fue el primero en levantar su brazo con la intención de retirar la burbuja que le separaba de su dulce alimento. Realizó un primer intento, pero no se levantó. Inmediatamente se dio cuenta de que había que girarla un poco, sujetándola de la agarradera. Con su segundo intento lo logró; La bóveda se levantó con un ligero sonido de descompresión, y entonces emergió un densa neblina helada que daba fe de lo fríamente conservado que se encontraba el interior. «Cuanto detalle…» Se dijo a sí mismo al notar que su postre estaba herméticamente sellado y encerrado en un contenedor térmicamente aislante. Todo aquel cuidado para que el platillo llegará a la mesa, y pudiese permanecer en la misma, con su máximo de calidad y sabor.
—También emana un aroma increible. —Aclamo, mientras percibía como la fina vainilla y el robusto olor frutal acariciaba su sentido del olfato.
Puede que todo se presentara como muy delicioso, pero el joven “señor” no empezaría a comer hasta que sus acompañantes hubiesen terminado de apreciar lo que habían pedido. Suerte para él que aquello no duró mucho, pues la que más se tardó fue su guardiana, que seguía sin apartar su ojo crítico de la comida.
—Buen provecho. —Fue lo que dijo justo antes de tomar la cucharilla y comenzar a deleitarse con el helado más fino que hubiese visto alguna vez.