25/07/2016, 00:11
Ayame miraba con curiosidad a su compañero mientras sus ojos se deslizaban a toda velocidad por la superficie del pergamino. Zetsuo, por su parte, los observaba con rostro inescrutable, como el científico que ve a un par de conejillos de indias por primera vez.
Tras algunos angustiosos segundos, Daruu le pasó el pergamino a Ayame. Y a medida que leía e interiorizaba cada palabra grabada, su rostro iba perdiendo el color paulatinamente.
—Esto... ¿es una broma? —preguntó, con un hilo de voz—. ¿Una misión?
«¿Mi primera misión? ¿Y es contigo?»
Y Zetsuo frunció aún más el ceño cuando se cruzó con los temblorosos ojos de su hija.
—¿Acaso tengo pinta de estar bromeando? Si tenéis algún tipo de problema con ejercer de una vez vuestro oficio como ninjas, creo que deberíais reconsiderar vuestra actitud desde vuestro pupitre en la academia —entrecerró los ojos, peligrosamente, y Ayame sintió un desagradable escalofrío trepándole por la espalda.
Antes de darles siquiera tiempo para responder, Aotsuki Zetsuo se dio la vuelta. Y, con la túnica arremolinándose en torno a sus piernas, echó a andar con paso ligero hacia la entrada del Torreón de la Academia.
Ayame ni siquiera tardó un par de segundos en decidirse. Tras mirar de reojo a su compañero, saltó tras la estela de su padre.
De ninguna manera pensaba dejar que le arrebataran la bandana que tanto tiempo y esfuerzo le había costado conseguir.
Tras algunos angustiosos segundos, Daruu le pasó el pergamino a Ayame. Y a medida que leía e interiorizaba cada palabra grabada, su rostro iba perdiendo el color paulatinamente.
—Esto... ¿es una broma? —preguntó, con un hilo de voz—. ¿Una misión?
«¿Mi primera misión? ¿Y es contigo?»
Y Zetsuo frunció aún más el ceño cuando se cruzó con los temblorosos ojos de su hija.
—¿Acaso tengo pinta de estar bromeando? Si tenéis algún tipo de problema con ejercer de una vez vuestro oficio como ninjas, creo que deberíais reconsiderar vuestra actitud desde vuestro pupitre en la academia —entrecerró los ojos, peligrosamente, y Ayame sintió un desagradable escalofrío trepándole por la espalda.
Antes de darles siquiera tiempo para responder, Aotsuki Zetsuo se dio la vuelta. Y, con la túnica arremolinándose en torno a sus piernas, echó a andar con paso ligero hacia la entrada del Torreón de la Academia.
Ayame ni siquiera tardó un par de segundos en decidirse. Tras mirar de reojo a su compañero, saltó tras la estela de su padre.
De ninguna manera pensaba dejar que le arrebataran la bandana que tanto tiempo y esfuerzo le había costado conseguir.