25/07/2016, 00:24
—Vale, vale, era un broma socio —se excusó, tratando de quitarle hierro al asunto—. Venga, no te rayes. Lo único que tienes que hacer es no cagarla más, ¿eh? No puedes ir por ahí besando a otras chicas y esas cosas.
—No besar a otras chicas —asintió, y entonces, como si fuese el mayor reto al que se fuese a enfrentar jamás, sentenció:—. Creo que podré hacerlo.
Las tentaciones estaban ahí, desde luego. Y las había a montones: morenas, rubias, pelirrojas, altas, bajitas, delgadas, con curvas… Siempre en el sitio menos esperado para doblegar su ya mermada fuerza de voluntad. Pero Anzu tenía razón, debía ser cauto. La chica en la que se había fijado Datsue merecía la pena. Tampoco es que se hubiese enamorado, ni muchísimo menos. Estaba lejos de sentir aquello. Pero había sentido semejante atracción física que al Uchiha todavía se le aceleraba el corazón cada vez que pensaba en ella.
Vio que Anzu fruncía el ceño. ¿Acaso la muy condenada había adivinado sus pensamientos...?
—Está bien, socio —concedió, y una media sonrisa se dibujó en su rostro—. Tu querida amiga Anzu te echará un cable.
Datsue sonrió de oreja a oreja. Tal y como había sospechado desde hacía tiempo, pese a que Anzu se mostrase tan dura frente a los demás, todavía conservaba un trozo blando bajo su pecho.
Le estrechó el antebrazo, sin estar demasiado seguro de si era la forma adecuada, pues era la primera vez en su vida que cerraba una promesa así con alguien. Satisfecho, se levantó de un salto, sonriente, y fue a vestirse la yukata que había dejado a un lado del puente. Ahora que su sudor se había secado y su ritmo cardíaco descendido, tenía algo de frío.
Cuando estaba terminando de ajustarse el hanhaba obi, Anzu recuperó el antiguo hilo de la conversación:
—Eso sí, tienes que contarme qué has querido decir exactamente con nuestra amiga en común. No creas que se me va a olvidar
—Ya imaginaba yo que no —dijo, esbozando una sonrisa resignada—. Está bien… Supongo que a ti te lo puedo contar. Al fin y al cabo, ya la viste —suspiró, y miró hacia atrás para asegurarse que no se acercaba nadie por el puente—. Supongo que recuerdas aquella locura de Shinogi-to, ¿no? Y como una mujer rubia surgió de la nada para sacarnos del marrón… Bueno, pues aquella mujer era la novia de Haskoz. Es su novia. Se presentó en mi casa un par de meses después y… bueno, se quedó una pequeña temporada. Para enseñarme. Ambos coincidimos en que aprendí más bien poco —sonrió con nostalgia, al recordar aquella conversación con Yume—, pero bueno, así son las cosas. Hay cosas que por mucho que me esfuerce no puedo cambiar de mí.
—No besar a otras chicas —asintió, y entonces, como si fuese el mayor reto al que se fuese a enfrentar jamás, sentenció:—. Creo que podré hacerlo.
Las tentaciones estaban ahí, desde luego. Y las había a montones: morenas, rubias, pelirrojas, altas, bajitas, delgadas, con curvas… Siempre en el sitio menos esperado para doblegar su ya mermada fuerza de voluntad. Pero Anzu tenía razón, debía ser cauto. La chica en la que se había fijado Datsue merecía la pena. Tampoco es que se hubiese enamorado, ni muchísimo menos. Estaba lejos de sentir aquello. Pero había sentido semejante atracción física que al Uchiha todavía se le aceleraba el corazón cada vez que pensaba en ella.
Vio que Anzu fruncía el ceño. ¿Acaso la muy condenada había adivinado sus pensamientos...?
—Está bien, socio —concedió, y una media sonrisa se dibujó en su rostro—. Tu querida amiga Anzu te echará un cable.
Datsue sonrió de oreja a oreja. Tal y como había sospechado desde hacía tiempo, pese a que Anzu se mostrase tan dura frente a los demás, todavía conservaba un trozo blando bajo su pecho.
Le estrechó el antebrazo, sin estar demasiado seguro de si era la forma adecuada, pues era la primera vez en su vida que cerraba una promesa así con alguien. Satisfecho, se levantó de un salto, sonriente, y fue a vestirse la yukata que había dejado a un lado del puente. Ahora que su sudor se había secado y su ritmo cardíaco descendido, tenía algo de frío.
Cuando estaba terminando de ajustarse el hanhaba obi, Anzu recuperó el antiguo hilo de la conversación:
—Eso sí, tienes que contarme qué has querido decir exactamente con nuestra amiga en común. No creas que se me va a olvidar
—Ya imaginaba yo que no —dijo, esbozando una sonrisa resignada—. Está bien… Supongo que a ti te lo puedo contar. Al fin y al cabo, ya la viste —suspiró, y miró hacia atrás para asegurarse que no se acercaba nadie por el puente—. Supongo que recuerdas aquella locura de Shinogi-to, ¿no? Y como una mujer rubia surgió de la nada para sacarnos del marrón… Bueno, pues aquella mujer era la novia de Haskoz. Es su novia. Se presentó en mi casa un par de meses después y… bueno, se quedó una pequeña temporada. Para enseñarme. Ambos coincidimos en que aprendí más bien poco —sonrió con nostalgia, al recordar aquella conversación con Yume—, pero bueno, así son las cosas. Hay cosas que por mucho que me esfuerce no puedo cambiar de mí.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado