25/07/2016, 01:10
El chico había caído en cuenta de que alguien le seguía. Era obvio, una tormenta de fuego del tamaño de una montaña se hacía poco a poco con el terreno que les separaba, quemando todo a su paso. La hija del dragón mantuvo el ritmo, no sucumbió a la idea de correr directa y sin preámbulos y tumbarle de un puñetazo. Le fascinaba la idea, pero tampoco había sido para tanto, tan solo le había roto unos cigarrillos.
Como si las prisas no fuesen con él, el mencionado chico quedó plantado por un instante frente a la puerta de un restaurante. Obviamente, se disponía a entrar, aunque se demoró bastante. ¿Acaso estaba esperando a que la chica le alcanzase?
«Ésto me da una idea...»
La chica realizó sin preámbulos dos malditos sellos, y a falta de un tercero, envolvió su cuerpo en una ligera capa de chakra. Justo cuando el chico atravesaba el umbral de la puerta del comercio, la chica terminó la técnica realizando el tercer sello. De pronto, su cuerpo entero cambió.
Donde antes había una bella chica, ahora quedaba un anciano que buscaba reposo en un bastón. Sus prendas deshilachadas tenían tonos claros, quizás blanco marfil o alguna de sus variedades. Sus decrépitas manos llenas de arrugas no distaban de las de su rostro, que a la misma vez estaba lleno de manchas causadas por la misma edad y la acción del sol. Su cabellera era canosa, cual prado en invierno, acicalada y bien peinada hacia detrás.
Posó el bastón en el suelo, y con la mano libre realizó un sello. Casi al instante, había recortado la distancia que le separaba de la puerta. Aceleró el paso, apoyándose en su bastón, y atravesó también el umbral de la puerta.
Una vez dentro, pudo observar como el chico andaba camino a los servicios. Uno de los trabajadores le devolvía un ...de nada quejándose con el puño en alto. Quizás ni le hubiese dado las gracias por las indicaciones que había tomado. En fin, cosas que pasan. Sin demora, siguió los pasos del chico, el cuál sin duda iba directo a los vestuarios y servicios. Algo que podía achantar a la chica era que éste iba directo y sin titubeos hacia los baños de chico, y ella no era un chico. Pero ahora mismo su aspecto no reflejaba nada de lo contrario.
El de Uzu fue el primero en adentrarse en los baños, poco después también lo haría el anciano. El primero quedó por un instante pensativo, plantado en mitad del habitáculo. Al abrir la puerta el anciano, lo encontró con la mano en el mentón, buscando quizás ideas sobre cómo escapar, o a saber qué. Con una calma envidiable, el anciano pasó de largo y se dirigió hacia los meaderos. Se tomó su tiempo, e incluso titubeó mucho cuando fue a bajarse las vestimentas inferiores lo suficiente como para poder hacer... sus cosas.
Hazegawa se tomó su tiempo, e incluso abrió una taquilla y tomó las ropas. Poco mas tarde, dejó una de las mochilas en el suelo, y la usó a modo de escalera para alcanzar una especie de respiradero que daba hacia la calle. Entre tanto, la chica en la piel del anciano no hacía mas que disimular. Pero algo llamó su atención. Al bajar los pantalones, encontró lo que debía ser un pene... arrugado como un garbanzo metido en agua durante semanas. Además, blandurrio y casi gelatinoso.
«¡OSTRAS!» Pensó a la par que hasta daba un salto. Exaltada ante el hallazgo, hasta olvidó por un instante a su presa.
Había tenido oportunidad de jalar de la pierna al chico y darle una paliza allí mismo, pero su curiosidad pudo con sus ganas de tomar venganza. La chica incluso permaneció un instante mas, tocando esa cosa mientras se reía absurdamente. —Jajajaja... mira que cosilla... jajajaja....— Se le escapó a la chica en la piel de anciano.
Para cuando cayó en cuenta, el chico había alzado la primera de las maletas, pero había dejado la segunda en el lugar. Rápidamente, se levantó por completo el pantalón y dio un salto sobre la mochila que había quedado como apoyo. Se asomó por la ventana, e hincó sus ojos en los del chico.
—Listillo, si quieres recuperar la mochila tendrás que venir a pedir perdón. Te espero en El Panda Fumado.— Anunció, para acto seguido volver a bajar de la mochila. La tomó, y con toda la tranquilidad del mundo comenzó a salir del restaurante. Ahora era momento de que le pidiese perdón, de lo contrario, ya sabía donde encontrarla.
Una vez salió del restaurante, volvió a tomar su apariencia, y tomaría rumbo hacia su negocio. Al menos tenía un botín, no había sido todo en vano.
Como si las prisas no fuesen con él, el mencionado chico quedó plantado por un instante frente a la puerta de un restaurante. Obviamente, se disponía a entrar, aunque se demoró bastante. ¿Acaso estaba esperando a que la chica le alcanzase?
«Ésto me da una idea...»
La chica realizó sin preámbulos dos malditos sellos, y a falta de un tercero, envolvió su cuerpo en una ligera capa de chakra. Justo cuando el chico atravesaba el umbral de la puerta del comercio, la chica terminó la técnica realizando el tercer sello. De pronto, su cuerpo entero cambió.
Donde antes había una bella chica, ahora quedaba un anciano que buscaba reposo en un bastón. Sus prendas deshilachadas tenían tonos claros, quizás blanco marfil o alguna de sus variedades. Sus decrépitas manos llenas de arrugas no distaban de las de su rostro, que a la misma vez estaba lleno de manchas causadas por la misma edad y la acción del sol. Su cabellera era canosa, cual prado en invierno, acicalada y bien peinada hacia detrás.
Posó el bastón en el suelo, y con la mano libre realizó un sello. Casi al instante, había recortado la distancia que le separaba de la puerta. Aceleró el paso, apoyándose en su bastón, y atravesó también el umbral de la puerta.
Una vez dentro, pudo observar como el chico andaba camino a los servicios. Uno de los trabajadores le devolvía un ...de nada quejándose con el puño en alto. Quizás ni le hubiese dado las gracias por las indicaciones que había tomado. En fin, cosas que pasan. Sin demora, siguió los pasos del chico, el cuál sin duda iba directo a los vestuarios y servicios. Algo que podía achantar a la chica era que éste iba directo y sin titubeos hacia los baños de chico, y ella no era un chico. Pero ahora mismo su aspecto no reflejaba nada de lo contrario.
El de Uzu fue el primero en adentrarse en los baños, poco después también lo haría el anciano. El primero quedó por un instante pensativo, plantado en mitad del habitáculo. Al abrir la puerta el anciano, lo encontró con la mano en el mentón, buscando quizás ideas sobre cómo escapar, o a saber qué. Con una calma envidiable, el anciano pasó de largo y se dirigió hacia los meaderos. Se tomó su tiempo, e incluso titubeó mucho cuando fue a bajarse las vestimentas inferiores lo suficiente como para poder hacer... sus cosas.
Hazegawa se tomó su tiempo, e incluso abrió una taquilla y tomó las ropas. Poco mas tarde, dejó una de las mochilas en el suelo, y la usó a modo de escalera para alcanzar una especie de respiradero que daba hacia la calle. Entre tanto, la chica en la piel del anciano no hacía mas que disimular. Pero algo llamó su atención. Al bajar los pantalones, encontró lo que debía ser un pene... arrugado como un garbanzo metido en agua durante semanas. Además, blandurrio y casi gelatinoso.
«¡OSTRAS!» Pensó a la par que hasta daba un salto. Exaltada ante el hallazgo, hasta olvidó por un instante a su presa.
Había tenido oportunidad de jalar de la pierna al chico y darle una paliza allí mismo, pero su curiosidad pudo con sus ganas de tomar venganza. La chica incluso permaneció un instante mas, tocando esa cosa mientras se reía absurdamente. —Jajajaja... mira que cosilla... jajajaja....— Se le escapó a la chica en la piel de anciano.
Para cuando cayó en cuenta, el chico había alzado la primera de las maletas, pero había dejado la segunda en el lugar. Rápidamente, se levantó por completo el pantalón y dio un salto sobre la mochila que había quedado como apoyo. Se asomó por la ventana, e hincó sus ojos en los del chico.
—Listillo, si quieres recuperar la mochila tendrás que venir a pedir perdón. Te espero en El Panda Fumado.— Anunció, para acto seguido volver a bajar de la mochila. La tomó, y con toda la tranquilidad del mundo comenzó a salir del restaurante. Ahora era momento de que le pidiese perdón, de lo contrario, ya sabía donde encontrarla.
Una vez salió del restaurante, volvió a tomar su apariencia, y tomaría rumbo hacia su negocio. Al menos tenía un botín, no había sido todo en vano.