26/07/2016, 18:13
—Ay, ay, no me lo puedo creer... Perdonad, chicos, es que... ¿Es la primera vez que intentáis reuniros con él, cierto? Acostumbra a decirle a esa vieja secretaria que no deje pasar a nadie mientras se dedica a holgazanear cuando no le apetece recibir a nadie.
A la Yotsuki se le cambió la cara. De un respetuoso gesto militar con un shinobi de rango superior, su rostro pasó a la incredulidad más basta, y luego a simple ira. Entrecerró los ojos, que refulgieron con rabia, y apretó los dientes. La cicatriz que cruzaba su boca se encogió, y por un momento pareció haber sido una herida menos grave. «No puedo creer que el puto Kage de esta Aldea tenga por costumbre hacer algo así... Este tío tiene que estar vacilándonos, sí, debe ser eso». No lo era. Anzu escudriñó el rostro del chuunin, intentando en vano dilucidar si era él en realidad el que les estaba tomando el pelo.
No lo parecía.
—Vaya, eso es... Inesperado —respondió, haciendo hincapié en la última palabra—. En cualquier caso, gracias por el aviso. —agregó, con una diligente inclinación de cabeza.
Se dio media vuelta sin siquiera mirar a su compañero. En aquellos instantes estaba tan furiosa que ni siquiera pensó que el chuunin les hubiera mentido. No conocía mucho al Kawakage —de hecho, jamás había cruzado palabra con él— pero a partir de lo que Hida le había contado de él, Senju Yubiwa parecía la clase de persona que vacilaría a dos pipiolos sólo porque fuera entretenido.
Así se dirigió, a paso rápido y todavía con la pequeña mochila a cuestas, hacia el Edificio del Kawakage, maldiciendo por lo bajo y entornando los ojos con rabia de tanto en tanto.
A la Yotsuki se le cambió la cara. De un respetuoso gesto militar con un shinobi de rango superior, su rostro pasó a la incredulidad más basta, y luego a simple ira. Entrecerró los ojos, que refulgieron con rabia, y apretó los dientes. La cicatriz que cruzaba su boca se encogió, y por un momento pareció haber sido una herida menos grave. «No puedo creer que el puto Kage de esta Aldea tenga por costumbre hacer algo así... Este tío tiene que estar vacilándonos, sí, debe ser eso». No lo era. Anzu escudriñó el rostro del chuunin, intentando en vano dilucidar si era él en realidad el que les estaba tomando el pelo.
No lo parecía.
—Vaya, eso es... Inesperado —respondió, haciendo hincapié en la última palabra—. En cualquier caso, gracias por el aviso. —agregó, con una diligente inclinación de cabeza.
Se dio media vuelta sin siquiera mirar a su compañero. En aquellos instantes estaba tan furiosa que ni siquiera pensó que el chuunin les hubiera mentido. No conocía mucho al Kawakage —de hecho, jamás había cruzado palabra con él— pero a partir de lo que Hida le había contado de él, Senju Yubiwa parecía la clase de persona que vacilaría a dos pipiolos sólo porque fuera entretenido.
Así se dirigió, a paso rápido y todavía con la pequeña mochila a cuestas, hacia el Edificio del Kawakage, maldiciendo por lo bajo y entornando los ojos con rabia de tanto en tanto.