26/07/2016, 20:55
La pareja de ninjas caminaba por las calles de Takigakure, deshaciendo el camino que habían recorrido en vano gracias al peculiar sentido del humor de Yubiwa. Anzu andaba a paso apresurado, visiblemente molesta y refunfuñando por lo bajo. Tatsuya, en cambio, hacía gala una vez más de su paciencia y saber estar, intentando calmar a su compañera de líos. Ella se limitaba a escuchar las palabras del gennin sin decir nada a cambio, porque sentía que un volcán estaba entrando en erupción en su estómago y podría vomitar lava si llegaba a abrir la boca.
Sin embargo, cuando Tatsuya le expuso su pequeño plan, la Yotsuki se detuvo en seco. Estaban a apenas un par de calles del Edificio del Kawakage.
—No pienso dejarte fuera de esto, Tatsuya-san —replicó, estoica—. Tienes tanto derecho como yo a comunicar esta información a Senju-sama.
Cierto, era un asunto urgente que habían comunicado con demasiada tardanza, y probablemente más que una condecoración, fuese un buen castigo lo que les esperase. Aun así, y precisamente por la gravedad del asunto, Anzu creía que facilitar esa información al Kawakage era todo un honor. Y, como buena compañera que era, no pensaba robárselo a Tatsuya así como así —ni siquiera con su consentimiento—.
—Tengo una idea mejor —añadió, mesándose el mentón con gesto teatral—. Entramos ahí y pasamos olímpicamente de esa vieja chocha y mentirosa.
Y sin esperar contestación de su colega shinobi, reanudó la marcha hacia el Edificio, donde pensaba ejecutar su simple —y, a sus ojos, efectivo— plan.
Sin embargo, cuando Tatsuya le expuso su pequeño plan, la Yotsuki se detuvo en seco. Estaban a apenas un par de calles del Edificio del Kawakage.
—No pienso dejarte fuera de esto, Tatsuya-san —replicó, estoica—. Tienes tanto derecho como yo a comunicar esta información a Senju-sama.
Cierto, era un asunto urgente que habían comunicado con demasiada tardanza, y probablemente más que una condecoración, fuese un buen castigo lo que les esperase. Aun así, y precisamente por la gravedad del asunto, Anzu creía que facilitar esa información al Kawakage era todo un honor. Y, como buena compañera que era, no pensaba robárselo a Tatsuya así como así —ni siquiera con su consentimiento—.
—Tengo una idea mejor —añadió, mesándose el mentón con gesto teatral—. Entramos ahí y pasamos olímpicamente de esa vieja chocha y mentirosa.
Y sin esperar contestación de su colega shinobi, reanudó la marcha hacia el Edificio, donde pensaba ejecutar su simple —y, a sus ojos, efectivo— plan.