26/07/2016, 21:26
Mogura pareció asustado ante la fatídica idea de tener que pagar el completo de la cuenta, al menos eso reflejó gesticulando en un principio, mas no tardó en romper a reír. El chico meramente había gastado una broma, no parecía molestarle la idea de que la kunoichi pagase su parte de lo consumido. A decir verdad, el banquete tampoco había conllevado una multa desmesurada; con ese ridículo precio, normal que no levantase el vuelo como negocio.
La mente de una chica que se dedicaba noche y día a estudiar estadísticas y números para lograr administrar un negocio no cabía a pensar en otra cosa. Curioso, pero a casi todo le podía llegar a dar la vuelta en éste sentido, casi era un don.
Puesto el dinero de sendos comensales en la bandeja de plata, el chico solicitó una ultima cosa; que si no era mucha molestia, le acercasen su abrigo. La camarera realizó un pequeña reverencia, y tomó la cuenta, así como el dinero depositado en ella. —En seguida se lo traigo, señor.— Añadió antes de irse.
Katomi aprovechó para ponerse en pie. Incluso se tomó la libertad de estirarse un poco, amarrando con ambas manos el estómago, no fuese que por falta de sujeción éste explotase.
—Desde luego... voy a reventar. Creo que el postre ha sido demasiado...
Con las finezas justas y necesarias, la chica quizás quedó un poco mas ancha que pancha; válgase la redundancia. Casi de seguido, la camarera se acercó a Mogura y le entregó su abrigo. No se había equivocado, era el abrigo del chico. Dada la situación, era hora de despedirse del restaurante. La velada había sido de lo mas agradable, fuese por la compañía o por la misma comida y servicio. Con un poco de suerte no tardasen en repetir éste tipo de respiro.
—Ha sido todo un placer comer aquí. Muchas gracias por el servicio.— Comentó la peliblanco a la camarera. Podía estar orgullosa de la gratificación, la había ganado a pulso con un trato más que excelente.
—¿Nos vamos?
En ésta ocasión sus palabras iban dirigidas expresamente al chico. Evidentemente, no iba a ofrecerle a la chica irse, quedaría raro. Era el momento de ir en la otra aventura; la búsqueda del paraguas.
La mente de una chica que se dedicaba noche y día a estudiar estadísticas y números para lograr administrar un negocio no cabía a pensar en otra cosa. Curioso, pero a casi todo le podía llegar a dar la vuelta en éste sentido, casi era un don.
Puesto el dinero de sendos comensales en la bandeja de plata, el chico solicitó una ultima cosa; que si no era mucha molestia, le acercasen su abrigo. La camarera realizó un pequeña reverencia, y tomó la cuenta, así como el dinero depositado en ella. —En seguida se lo traigo, señor.— Añadió antes de irse.
Katomi aprovechó para ponerse en pie. Incluso se tomó la libertad de estirarse un poco, amarrando con ambas manos el estómago, no fuese que por falta de sujeción éste explotase.
—Desde luego... voy a reventar. Creo que el postre ha sido demasiado...
Con las finezas justas y necesarias, la chica quizás quedó un poco mas ancha que pancha; válgase la redundancia. Casi de seguido, la camarera se acercó a Mogura y le entregó su abrigo. No se había equivocado, era el abrigo del chico. Dada la situación, era hora de despedirse del restaurante. La velada había sido de lo mas agradable, fuese por la compañía o por la misma comida y servicio. Con un poco de suerte no tardasen en repetir éste tipo de respiro.
—Ha sido todo un placer comer aquí. Muchas gracias por el servicio.— Comentó la peliblanco a la camarera. Podía estar orgullosa de la gratificación, la había ganado a pulso con un trato más que excelente.
—¿Nos vamos?
En ésta ocasión sus palabras iban dirigidas expresamente al chico. Evidentemente, no iba a ofrecerle a la chica irse, quedaría raro. Era el momento de ir en la otra aventura; la búsqueda del paraguas.