29/07/2016, 22:24
(Última modificación: 30/07/2016, 00:17 por Aotsuki Ayame.)
Los tres shinobi se encaminaron hacia la silueta de la colosal torre que se recortaba contra la impecable lluvia de Amegakure. Algo más adelantado, Zetsuo caminaba con la seguridad propia de un líder. No parecía prestar atención a si los chicos le seguían o no, pero lo cierto era que, pese a todo, les tenía tan bien vigilados como el ninja que espera un posible ataque sorpresa en cualquier momento. Y consciente de que los genin no llevaban ningún tipo de protección contra la lluvia, los guiaba por debajo de tejadillos y algún que otro toldo. Llegando hasta el punto de dar algunos rodeos intencionados para evitar que acabaran empapados.
Por detrás Ayame seguía a su padre cabizbaja y con los hombros hundidos. No le importaba que la lluvia cayera de vez en cuando sobre ella, ni que sus pies terminaran en un charco algo más profundo de lo deseable. Ni siquiera miraba directamente a Daruu. Simplemente se había limitado a hundirse en sus propios pensamientos y maldecir su suerte una y otra vez. ¿Por qué su primera misión tenía que ser precisamente con [i]él? ¿Y si cometía algún fallo y terminaba decepcionándole? Y, casi peor que eso incluso, ¿y si terminaba haciendo el ridículo con su padre estando Daruu delante? No podría sacar la cabeza de su cama jamás...
—Ya hemos llegado.
Tan sumida estaba en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que Zetsuo se había detenido en seco hasta que chocó contra su espalda. Con un gemido y una disculpa ahogada, Ayame se apartó con brusquedad bajo la aguileña mirada de su padre, que había fruncido el ceño en un peligroso gesto.
—Antes de nada, os voy a dar unas breves indicaciones sobre lo que hemos venido a hacer aquí hoy —Bajo el portal de la entrada, Zetsuo se había quitado el sombrero de paja y la capa que hasta el momento le había protegido de la tormenta. Y en el momento en el que el médico miró de arriba a abajo a los dos muchachos con gesto desaprobatorio, Ayame se dio cuenta de que tanto ella como Daruu estaban más o menos mojados—. Aunque con las pintas que me traéis debería suspender la misión ya mismo... ¿Cómo vais a presentaros empapados como sapos?
—Lo siento... —Ayame bajó la mirada, azorada.
—En fin... No tenéis remedio—Zetsuo no tardó en suspirar con impaciencia—. Ya conocéis el Torreón de la Academia, así que ya sabéis lo que nos vamos a encontrar dentro: niños de todas las edades y los adultos, los profesores. Nuestra primera tarea será ir al salón de actos que se encuentra en la planta baja y allí dar una charla sobre la importancia de las vacunas en la sociedad.
«¿¡Qué!? ¿Vamos a tener que hablar en público? Pensó Ayame, horrorizada ante la idea.
Y, como si le hubiese leído el pensamiento, Zetsuo agitó una mano en el aire.
—Vosotros seréis mis ayudantes en la presentación. No tendréis que participar en la charla. A no ser que yo os lo indique, claro. ¿Tenéis alguna pregunta?
Temblorosa como un flan, Ayame negó enérgicamente con la cabeza.[/i]
Por detrás Ayame seguía a su padre cabizbaja y con los hombros hundidos. No le importaba que la lluvia cayera de vez en cuando sobre ella, ni que sus pies terminaran en un charco algo más profundo de lo deseable. Ni siquiera miraba directamente a Daruu. Simplemente se había limitado a hundirse en sus propios pensamientos y maldecir su suerte una y otra vez. ¿Por qué su primera misión tenía que ser precisamente con [i]él? ¿Y si cometía algún fallo y terminaba decepcionándole? Y, casi peor que eso incluso, ¿y si terminaba haciendo el ridículo con su padre estando Daruu delante? No podría sacar la cabeza de su cama jamás...
—Ya hemos llegado.
Tan sumida estaba en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que Zetsuo se había detenido en seco hasta que chocó contra su espalda. Con un gemido y una disculpa ahogada, Ayame se apartó con brusquedad bajo la aguileña mirada de su padre, que había fruncido el ceño en un peligroso gesto.
—Antes de nada, os voy a dar unas breves indicaciones sobre lo que hemos venido a hacer aquí hoy —Bajo el portal de la entrada, Zetsuo se había quitado el sombrero de paja y la capa que hasta el momento le había protegido de la tormenta. Y en el momento en el que el médico miró de arriba a abajo a los dos muchachos con gesto desaprobatorio, Ayame se dio cuenta de que tanto ella como Daruu estaban más o menos mojados—. Aunque con las pintas que me traéis debería suspender la misión ya mismo... ¿Cómo vais a presentaros empapados como sapos?
—Lo siento... —Ayame bajó la mirada, azorada.
—En fin... No tenéis remedio—Zetsuo no tardó en suspirar con impaciencia—. Ya conocéis el Torreón de la Academia, así que ya sabéis lo que nos vamos a encontrar dentro: niños de todas las edades y los adultos, los profesores. Nuestra primera tarea será ir al salón de actos que se encuentra en la planta baja y allí dar una charla sobre la importancia de las vacunas en la sociedad.
«¿¡Qué!? ¿Vamos a tener que hablar en público? Pensó Ayame, horrorizada ante la idea.
Y, como si le hubiese leído el pensamiento, Zetsuo agitó una mano en el aire.
—Vosotros seréis mis ayudantes en la presentación. No tendréis que participar en la charla. A no ser que yo os lo indique, claro. ¿Tenéis alguna pregunta?
Temblorosa como un flan, Ayame negó enérgicamente con la cabeza.[/i]