30/07/2016, 00:41
Tatsuya y Anzu, esta última visiblemente enojada, entraron en el edificio local como una bala, pretendiendo simplemente ignorar a la mujer que guardaba las escaleras al primer piso, donde se encontraba el despacho de Yubiwa. Al parecer tenían suerte. El sillón estaba dado la vuelta como de costumbre, pero ya no se podía oír ese chirrido tan horrible que caracterizaba la presencia de la abuela recepcionista.
De modo que los chicos caminaron a buen paso y casi tenían un pie en el primer escalón cuando recibieron ambos dos un golpetazo de algo que parecía ser metálico que los expulsó hacia atrás y les hizo rodar por el suelo unos metros.
—¿Intentábais robar en el despacho de Yubiwa-sama, sanguijuelas? Os he dicho que no está...
El sillón se dio la vuelta y la recepcionista saltó con una agilidad impropia para su edad encima del mostrador. En sus manos esgrimía la limadora de uñas, que había crecido hasta medir más o menos lo que una espada.
—El castigo para la desobediencia e intento de allanamiento en mi recepción es la muerte, así que prep...
—¡Ya vaaale, Sekuoya, ya vale. Los recibireeeé. ¡Jo-der! Qué pesados los estamos criando este año. ¡Me gusta, buenos ninjas! ¡Venga, subid, pero rápido!
La voz de Yubiwa bajaba desde la escalera.
Sekuoya soltó un bufido de fastidio y transformó el arma de nuevo a su tamaño de herramienta, que liberó unas pequeñas virutas de humo blanco al tomar su forma original. La vieja se sentó en el sillón, le dio la vuelta y comenzó de nuevo a limar, desgarrando el aire con aquella vibración tan molesta.
—Jo, hace años que no pruebo mi juguetito, con razón se me está oxidando ya.