30/07/2016, 03:01
Iluminados únicamente por las luces bien coloridas de los enormes focos y pancartas luminosas que anunciaban los diferentes negocios, los chicos continuaron el camino. Bajo la lluvia, eran dos mas en una urbe abarrotada de gente. No es que fuese demasiado tarde, pero en Amegakure parecía costumbre no dormir. ¿Quizás podía hablarse de la ciudad que no duerme cuando se hablaba de la aldea oculta de la lluvia?
La chica sobrellevaba el paso de su acompañante, y escuchó con bastante interés su respuesta. Según decía, el chico sí que tenía interés en el artilugio que había sugerido Katomi. Tal y como decía, nadie se esperaría que un ninja médico, un shinobi de última línea de guerra, pudiese disparar de manera tan despiadada y oculta. Además, según decía también le serviría como excusa ante la Arashikage en caso de que le viese con paraguas. Ésto último no tenía demasiado sentido...
—Yo creo que como la señora Arashikage te vea con un paraguas, independientemente de que dispare senbons o no, te dará una amable y contundente razón para dejarlo en casa... jajajaja.
Evidentemente, no pensaba que la mandamás de la aldea fuese a tratar de forma halagadora a un shinobi que se protegía de una bendición como lo era esa lluvia eterna. Pero bueno, todo ésto era hipotético. ¿Por qué habría la Arashikage de enfadarse con un genin? Era una tontería pensar en eso, cosas mas importantes tendría que atender de seguro.
A mitad de la calle actual, la kunoichi observó un enorme cartel que tenía varios paraguas plasmados. La tienda en sí no era demasiado grande, si no mas bien lo contrario. Sin embargo, hasta en la parte exterior tenía varios paraguas; habían artilugios de esos de todos los colores, formas, y tamaños.
—¿Crees que allí habrá alguno interesante?— Preguntó mientras señalaba el susodicho negocio.
La chica sobrellevaba el paso de su acompañante, y escuchó con bastante interés su respuesta. Según decía, el chico sí que tenía interés en el artilugio que había sugerido Katomi. Tal y como decía, nadie se esperaría que un ninja médico, un shinobi de última línea de guerra, pudiese disparar de manera tan despiadada y oculta. Además, según decía también le serviría como excusa ante la Arashikage en caso de que le viese con paraguas. Ésto último no tenía demasiado sentido...
—Yo creo que como la señora Arashikage te vea con un paraguas, independientemente de que dispare senbons o no, te dará una amable y contundente razón para dejarlo en casa... jajajaja.
Evidentemente, no pensaba que la mandamás de la aldea fuese a tratar de forma halagadora a un shinobi que se protegía de una bendición como lo era esa lluvia eterna. Pero bueno, todo ésto era hipotético. ¿Por qué habría la Arashikage de enfadarse con un genin? Era una tontería pensar en eso, cosas mas importantes tendría que atender de seguro.
A mitad de la calle actual, la kunoichi observó un enorme cartel que tenía varios paraguas plasmados. La tienda en sí no era demasiado grande, si no mas bien lo contrario. Sin embargo, hasta en la parte exterior tenía varios paraguas; habían artilugios de esos de todos los colores, formas, y tamaños.
—¿Crees que allí habrá alguno interesante?— Preguntó mientras señalaba el susodicho negocio.