Mogura no tardó en admitir que la idea había sido absurda. Chica paliza se ganaría enfrentando las viejas costumbres a su rebeldía, por muy inocente que fuese la acción. Pero en fin, tan solo bromeaban ambos, así lo hicieron público con la risa que se traían. Por suerte, dudosamente en algún momento viviesen una situación similar. Era curioso, pero de toda su estancia en Amegakure, solo había coincidido con la Arashikage en apenas 2 ocasiones, siendo una de éstas el momento en que se graduó como kunoichi.
Frente a la sugerencia de la chica, el genin admitió nunca haber visto ese local antes. Ése no era impedimento alguno, no tardó en inquerir que podían averiguar como era el negocio. A decir verdad, el sitio no era muy grande, pero no es que pareciese dejado de la mano de dios. Tenía buenos diseños, al menos visto a priori.
—Si, me parece bien.
La chica se adelantó escasos dos pasos. Tomó una ligera ventaja, que apenas era significante. Al entrar al local, elevó la mano hacia la tendera. Se trataba de una chica pelirroja, de pocos años mas que la kunoichi, y que vestía un hermoso kimono de tonos negros y rojos.
—Buenas tardes.— Saludó la chica, acompañando el gesto con una ligera reverencia.
La Sarutobi no terminó de ser tan desmesuradamente formal, prosiguió con su gesto. —Buenas tardes.
Sin preámbulos, comenzó a divagar por los diferentes estantes de paraguas. Había estanterías llenas de paraguas, en las cuales éstos estaban ordenados rigurosamente. Estaban separados por colores, por diseños, e incluso había una sección dedicada exclusivamente a paraguas un tanto singulares. Por singulares, podían distinguirse algunos paraguas que tenían desde siluetas, hasta cortinas.
Sin duda alguna, en ésta tienda parecía haber todo tipo de paraguas.
Frente a la sugerencia de la chica, el genin admitió nunca haber visto ese local antes. Ése no era impedimento alguno, no tardó en inquerir que podían averiguar como era el negocio. A decir verdad, el sitio no era muy grande, pero no es que pareciese dejado de la mano de dios. Tenía buenos diseños, al menos visto a priori.
—Si, me parece bien.
La chica se adelantó escasos dos pasos. Tomó una ligera ventaja, que apenas era significante. Al entrar al local, elevó la mano hacia la tendera. Se trataba de una chica pelirroja, de pocos años mas que la kunoichi, y que vestía un hermoso kimono de tonos negros y rojos.
—Buenas tardes.— Saludó la chica, acompañando el gesto con una ligera reverencia.
La Sarutobi no terminó de ser tan desmesuradamente formal, prosiguió con su gesto. —Buenas tardes.
Sin preámbulos, comenzó a divagar por los diferentes estantes de paraguas. Había estanterías llenas de paraguas, en las cuales éstos estaban ordenados rigurosamente. Estaban separados por colores, por diseños, e incluso había una sección dedicada exclusivamente a paraguas un tanto singulares. Por singulares, podían distinguirse algunos paraguas que tenían desde siluetas, hasta cortinas.
Sin duda alguna, en ésta tienda parecía haber todo tipo de paraguas.