22/05/2015, 12:18
Era una mañana tranquila. Lo único que se oia en la mansión de los Nabi era el estruendo que el ahora propietario de la misma hacia con sus ronquidos. Por suerte la única que sufria este sonido aterrador y digno del más profundo aberno del inframundo era la encargada de la limpieza que venia cada semana a mantener las habitaciones que estaban desocupadas, que era más de media mansión.
De repente, esa sinfonia de muerte y destrucción fue sustituida por un fuerte golpe contundente, como si una vaca hubiera caido de lado al suelo. Justo cuando los ronquidos volvian a sonar, otro sonido los volvieron a sustituir. El sonido de un palo cayendo, primero sobre algo blandito, para más tarde rebotar contra el suelo. Pasaron unos segundos en bendito silencio, que fueron seguidos de una puerta abriendose lentamente. Unos pasos bajando unas escaleras, algo rodando escalera abajo, un refunfuñeo y el arrastrar de unos pies descalzos por el suelo.
El heredero de la mansión habia bajado a la cocina a desayunar, con la huella de la irregular madera del bastón que portaba con él. Se lleno un cuenco con leche, leche de aquel frigorifico que se rellenaba solo por arte de magia. En realidad no, era la encargada de hacer la compra, que por alguna razón compraba como si en aquella mansión vivieran con todas las habitaciones ocupadas, por suerte, ultimamente habia bajado bastante la cantidad de comida que él no se comia en la nevera. No sabia si era porque se habia dado cuenta de que solo vivia él allí o si habia decidido quedarse ella con la parte que Nabi no necesitaba.
Poco le importaba al shinobi, y aún menos a esas horas de la mañana. Con su pijama de verano amarillo y su gorrito con una carita de un ratón amarillo con mofletes rojos dibujada, pegaba largos tragos al lacteo mientras daba mordiscos a una manzana verde. Repasaba mentalmente sus planes para ese dia, y la verdad es que no le gustaban, hacía casi una semana que se habia graduado y no habia salido siquiera de la villa.
Claramente esto se debia a que si ya se perdia en su casa, que le habia costado casi un mes aprenderse el camino de su habitación a la cocina, y eso que solo tenia que bajar una escalera. Y se habia pasado toda su vida academica llegando tarde porque acababa en la otra punta de Uzushiogakure sin darse cuenta.
Pero bueno, imprudentemente ignoró estos hechos, y con su cabezoneria tan propia, se vistió y partió. Con su habitual camiseta con la manga derecha plateada y larga y la izquierda amarilla y corta. Cantaba bastante que algo ocultaba, pero a él le gustaba y le importaba más bien poco que supieran una de sus artimañas, eso siempre podia jugar a su favor. Con su bastón diagonalmente agarrado a su espalda salió de la villa en dirección al Puente Kannabi. Iba consultando el mapa y todo parecia ir bien.
Hasta que se encontró con un enorme crater ante él. Con la boca abierta y los ojos abiertos de par en par, se quedó al borde del inicio de aquel agujero.
De repente, esa sinfonia de muerte y destrucción fue sustituida por un fuerte golpe contundente, como si una vaca hubiera caido de lado al suelo. Justo cuando los ronquidos volvian a sonar, otro sonido los volvieron a sustituir. El sonido de un palo cayendo, primero sobre algo blandito, para más tarde rebotar contra el suelo. Pasaron unos segundos en bendito silencio, que fueron seguidos de una puerta abriendose lentamente. Unos pasos bajando unas escaleras, algo rodando escalera abajo, un refunfuñeo y el arrastrar de unos pies descalzos por el suelo.
El heredero de la mansión habia bajado a la cocina a desayunar, con la huella de la irregular madera del bastón que portaba con él. Se lleno un cuenco con leche, leche de aquel frigorifico que se rellenaba solo por arte de magia. En realidad no, era la encargada de hacer la compra, que por alguna razón compraba como si en aquella mansión vivieran con todas las habitaciones ocupadas, por suerte, ultimamente habia bajado bastante la cantidad de comida que él no se comia en la nevera. No sabia si era porque se habia dado cuenta de que solo vivia él allí o si habia decidido quedarse ella con la parte que Nabi no necesitaba.
Poco le importaba al shinobi, y aún menos a esas horas de la mañana. Con su pijama de verano amarillo y su gorrito con una carita de un ratón amarillo con mofletes rojos dibujada, pegaba largos tragos al lacteo mientras daba mordiscos a una manzana verde. Repasaba mentalmente sus planes para ese dia, y la verdad es que no le gustaban, hacía casi una semana que se habia graduado y no habia salido siquiera de la villa.
Claramente esto se debia a que si ya se perdia en su casa, que le habia costado casi un mes aprenderse el camino de su habitación a la cocina, y eso que solo tenia que bajar una escalera. Y se habia pasado toda su vida academica llegando tarde porque acababa en la otra punta de Uzushiogakure sin darse cuenta.
Pero bueno, imprudentemente ignoró estos hechos, y con su cabezoneria tan propia, se vistió y partió. Con su habitual camiseta con la manga derecha plateada y larga y la izquierda amarilla y corta. Cantaba bastante que algo ocultaba, pero a él le gustaba y le importaba más bien poco que supieran una de sus artimañas, eso siempre podia jugar a su favor. Con su bastón diagonalmente agarrado a su espalda salió de la villa en dirección al Puente Kannabi. Iba consultando el mapa y todo parecia ir bien.
Hasta que se encontró con un enorme crater ante él. Con la boca abierta y los ojos abiertos de par en par, se quedó al borde del inicio de aquel agujero.
—Nabi—
![[Imagen: 23uv4XH.gif]](https://i.imgur.com/23uv4XH.gif)