1/08/2016, 15:21
—Magnifico es la palabra que encuentro más adecuada para este postre.
—Sin duda es delicioso y cautivador —en su rostro se dibujó una cálida y espontánea sonrisa—, pero aun así está lejos de provocar la misma satisfacción que la comida casera de Naomi consigue en mi.
—Gra… Gracias mi señor. —Alcanzo a decir la guardiana, sorprendida y ruborizada por aquel cumplido en el momento justo en que terminaba su plato.
Lejos de lo que pudiese parecer, aquel halago no tenía dobles pretensiones, como lo sería el contentar a la Miyazaki. El joven de ojos grises no era del tipo al que le gustara comer en restaurantes de lujo con frecuencia. La comida gourmet le parecía demasiado impersonal, destinada únicamente a impresionar las papilas gustativas de sus clientes sin importar quienes fueran. En cambio, la comida hogareña tenía algo especial, la de su joven guardiana por sobre las otras, era como si en ella se pudiera sentir la calidez humana de quien la preparó. Siendo una persona de carácter independiente, en ocasiones le era difícil admitir que en sus viajes la comodidad de casa que más extrañaba, eran las preparaciones rebosantes de el afecto de su guardiana.
—Ishimura-dono… —llamó su atención—. Mi rezagada llegada al evento me ha hecho perderme la mayoría de los combates del torneo... ¿Sabría decirme cuáles han sido las llaves?
—Lamentablemente, por cuestiones más allá de mi control no he podido presenciar ningún combate personalmente —se lamentó internamente, pues le hubiera gustado ser observador de todos y cada uno de los encuentros—. Solo me queda ver la final. Mientras, he estado disfrutando de un suplemento realmente bueno. Naomi, permíteme aquel documento.
Como salido de la nada, la jovencita le acercó a su señor algo similar a un periódico, solo que un poco más grueso de lo esperable.
—Es un registro de los combates del torneo: Contiene encuentros, estadísticas, análisis y un montón de información interesante —lo ojeo un poco mientras continuaba hablando—. Fue elaborado por el comité principal y distribuido únicamente entre los altos cargos, Kages, señores feudales y por supuesto, entre los participantes.
Con aquellas palabras resultaba obvio que aquel documento sería imposible de conseguir en las calles, por lo que, para alguien ajeno al torneo, pero interesado en el mismo, sería todo un tesoro. Al joven de ojos grises se lo habían entregado justo luego de las semifinales, cuando aún se encontraba en el hospital. Resultaba ser mucho más abundante en contenido que cualquier periódico que había cubierto la pelea. No solo tenía todas las secuencias de movimiento, sino que estaba narrado y escrito por expertos en materia de combate, quienes sabían explicar que sucedía en cada instante.
—Adelante, Mogura-dono, dele un vistazo —lo cerró y lo deslizó por la superficie de la mesa, en dirección a su acompañante—. Puede que allí encuentre un poco de lo ha venido a buscar.
El joven de ojos grises recordaba algo sobre conservar o portar aquel documento de forma discreta, pero dada la situación y lo privado del local, le pareció que podía permitirse el mostrárselo a su compañero de oficio.
—Sin duda es delicioso y cautivador —en su rostro se dibujó una cálida y espontánea sonrisa—, pero aun así está lejos de provocar la misma satisfacción que la comida casera de Naomi consigue en mi.
—Gra… Gracias mi señor. —Alcanzo a decir la guardiana, sorprendida y ruborizada por aquel cumplido en el momento justo en que terminaba su plato.
Lejos de lo que pudiese parecer, aquel halago no tenía dobles pretensiones, como lo sería el contentar a la Miyazaki. El joven de ojos grises no era del tipo al que le gustara comer en restaurantes de lujo con frecuencia. La comida gourmet le parecía demasiado impersonal, destinada únicamente a impresionar las papilas gustativas de sus clientes sin importar quienes fueran. En cambio, la comida hogareña tenía algo especial, la de su joven guardiana por sobre las otras, era como si en ella se pudiera sentir la calidez humana de quien la preparó. Siendo una persona de carácter independiente, en ocasiones le era difícil admitir que en sus viajes la comodidad de casa que más extrañaba, eran las preparaciones rebosantes de el afecto de su guardiana.
—Ishimura-dono… —llamó su atención—. Mi rezagada llegada al evento me ha hecho perderme la mayoría de los combates del torneo... ¿Sabría decirme cuáles han sido las llaves?
—Lamentablemente, por cuestiones más allá de mi control no he podido presenciar ningún combate personalmente —se lamentó internamente, pues le hubiera gustado ser observador de todos y cada uno de los encuentros—. Solo me queda ver la final. Mientras, he estado disfrutando de un suplemento realmente bueno. Naomi, permíteme aquel documento.
Como salido de la nada, la jovencita le acercó a su señor algo similar a un periódico, solo que un poco más grueso de lo esperable.
—Es un registro de los combates del torneo: Contiene encuentros, estadísticas, análisis y un montón de información interesante —lo ojeo un poco mientras continuaba hablando—. Fue elaborado por el comité principal y distribuido únicamente entre los altos cargos, Kages, señores feudales y por supuesto, entre los participantes.
Con aquellas palabras resultaba obvio que aquel documento sería imposible de conseguir en las calles, por lo que, para alguien ajeno al torneo, pero interesado en el mismo, sería todo un tesoro. Al joven de ojos grises se lo habían entregado justo luego de las semifinales, cuando aún se encontraba en el hospital. Resultaba ser mucho más abundante en contenido que cualquier periódico que había cubierto la pelea. No solo tenía todas las secuencias de movimiento, sino que estaba narrado y escrito por expertos en materia de combate, quienes sabían explicar que sucedía en cada instante.
—Adelante, Mogura-dono, dele un vistazo —lo cerró y lo deslizó por la superficie de la mesa, en dirección a su acompañante—. Puede que allí encuentre un poco de lo ha venido a buscar.
El joven de ojos grises recordaba algo sobre conservar o portar aquel documento de forma discreta, pero dada la situación y lo privado del local, le pareció que podía permitirse el mostrárselo a su compañero de oficio.