2/08/2016, 12:19
Al parecer Mogura se había encariñado con el curioso instrumento. Lamentable sería que a partir de ese momento se dedicase a darle vueltas incluso bajo la lluvia, quedando expuesto al motivo por el cuál lo había comprado. Pero en fin, tampoco podía culparlo, el llamativo diseño era encantador y risueño; casi parecía creado para él.
Titubeó un poco ante la pregunta de la kunoichi, mas no tardó demasiado en decidirse. Si, estaba claro que compraría ese paraguas. Según afirmaba, le había encantado el detalle de los samurais en la tela. Dicho eso, se adelantó hacia la caja, avisando antes a su compañera.
—Si, vamos.
El joven dejó el paraguas sobre el mostrador, y la chica tomó referencia para calcular el precio. Entre tanto, el médico buscó en su cartera un billete para pagar el instrumento. Poco después, lo ofreció a la pelirroja, la cuál lo tomó sin demasiada exigencia. —Si, con eso alcanza.— Contestó de forma cortés. Tras una breve ausencia en lo que buscaba el cambio en la caja, la chica le devolvió unas cuantas monedas al genin. —Aquí tiene su cambio. Muchas gracias por su compra.
La Sarutobi se había mantenido en un segundo plano durante la transacción monetaria, no quería inmiscuirse en la compra del chico. Por otro lado, quizás había llegado la hora de la despedida. Ya le había acompañado suficiente, era hora de volver al entrenamiento que se había saltado... ¿o quizás era hora de regresar a casa y comenzar a estudiar finanzas y económicas de nuevo?
Fuera como fuera, había algo claro. —Bueno, Mogura... aquí nos despedimos. Ha sido todo un placer compartir éste rato de relajación, ya me hacía falta. A ver si nos vemos en otra ocasión.
Evidentemente, cada cuál tiraría por su camino. Amarga despedida.
Titubeó un poco ante la pregunta de la kunoichi, mas no tardó demasiado en decidirse. Si, estaba claro que compraría ese paraguas. Según afirmaba, le había encantado el detalle de los samurais en la tela. Dicho eso, se adelantó hacia la caja, avisando antes a su compañera.
—Si, vamos.
El joven dejó el paraguas sobre el mostrador, y la chica tomó referencia para calcular el precio. Entre tanto, el médico buscó en su cartera un billete para pagar el instrumento. Poco después, lo ofreció a la pelirroja, la cuál lo tomó sin demasiada exigencia. —Si, con eso alcanza.— Contestó de forma cortés. Tras una breve ausencia en lo que buscaba el cambio en la caja, la chica le devolvió unas cuantas monedas al genin. —Aquí tiene su cambio. Muchas gracias por su compra.
La Sarutobi se había mantenido en un segundo plano durante la transacción monetaria, no quería inmiscuirse en la compra del chico. Por otro lado, quizás había llegado la hora de la despedida. Ya le había acompañado suficiente, era hora de volver al entrenamiento que se había saltado... ¿o quizás era hora de regresar a casa y comenzar a estudiar finanzas y económicas de nuevo?
Fuera como fuera, había algo claro. —Bueno, Mogura... aquí nos despedimos. Ha sido todo un placer compartir éste rato de relajación, ya me hacía falta. A ver si nos vemos en otra ocasión.
Evidentemente, cada cuál tiraría por su camino. Amarga despedida.