La chica arqueó la ceja al comprobar la capacidad deductiva del chico al que previamente había quemado los pantalones. ¿Habría llegado a las puertas del local sin saberlo? Si no era así, simplemente era asombroso. Pero no tardó en justificar su presencia allí. Al parecer, su propósito era recuperar un bolso que había sido robado a una mujer a saber cuantas calles atrás. Casi parecía un héroe... pero le faltaba la capa.
El mas alto de los tres individuos mandó a callar al chico, cosa que la kunoichi casi agradece. Tras ello, sacó una navaja y amenazó al mismo de que pagaría caro el estar haciéndose el héroe. ¿Acaso podía leer los pensamientos de la chica?
Los tres maleantes se acercaron de manera agresiva hacia el chico, alejándose apenas unos metros de la puerta del negocio de la Sarutobi. Ante la inminente disputa, el de los pantalones quemados realizó un sello, y sus ojos se hincharon de manera dantesca, hasta un centenar de venas resaltaron a su alrededor.
«¿Qué diablos? Ha hecho como aquella chica de Uzushiogakure...»
No pillaba a la chica por sorpresa, pero si que le daba un poquito de asquito. Esa mirada tan... tan... tan palpitante y llena de venas. Por dios, que asquete.
—¿Acaso creéis que vais a armar bronca delante de mi local?— Inquirió la chica con una mirada mucho mas seria.
El gorila que había a su lado no parecía tener mucho mas amigos. Ambos estaban de brazos cruzados, pero desprendían un aura aterradora. En éste tipo de locales las amistades eran efímeras pues a quien se pasa, por muy amigo que sea, se le da un escarmiento. Imagínate a quienes ni conocen...
—Ya habéis escuchado a la señorita Sarutobi.— Advirtió el grandullón.
El mas alto de los tres individuos mandó a callar al chico, cosa que la kunoichi casi agradece. Tras ello, sacó una navaja y amenazó al mismo de que pagaría caro el estar haciéndose el héroe. ¿Acaso podía leer los pensamientos de la chica?
Los tres maleantes se acercaron de manera agresiva hacia el chico, alejándose apenas unos metros de la puerta del negocio de la Sarutobi. Ante la inminente disputa, el de los pantalones quemados realizó un sello, y sus ojos se hincharon de manera dantesca, hasta un centenar de venas resaltaron a su alrededor.
«¿Qué diablos? Ha hecho como aquella chica de Uzushiogakure...»
No pillaba a la chica por sorpresa, pero si que le daba un poquito de asquito. Esa mirada tan... tan... tan palpitante y llena de venas. Por dios, que asquete.
—¿Acaso creéis que vais a armar bronca delante de mi local?— Inquirió la chica con una mirada mucho mas seria.
El gorila que había a su lado no parecía tener mucho mas amigos. Ambos estaban de brazos cruzados, pero desprendían un aura aterradora. En éste tipo de locales las amistades eran efímeras pues a quien se pasa, por muy amigo que sea, se le da un escarmiento. Imagínate a quienes ni conocen...
—Ya habéis escuchado a la señorita Sarutobi.— Advirtió el grandullón.