3/08/2016, 17:23
Los ojos grises de Anzu recorrieron el despacho con ávida curiosidad. Nunca había estado, ni remotamente, cerca de nadie tan importante como el Kawakage, y se había hecho muchas preguntas sobre cómo sería el mandatario. Después de una primera impresión bastante mejorable, que había pegado de frente con todo en lo que creía Anzu que debía tener un líder, la vista de aquel despacho lo arregló sin dificultad. A juzgar por cómo lucía su lugar de trabajo, Yubiwa parecía un hombre austero y sencillo. Anzu examinó las imágenes del Senju junto a otros ninjas sin poder contener el orgullo que le subió por la garganta. «Esto es lo que significa ser Kawakage, esta es la familia de Takigakure...»
Luego se fijó en el césped que ocupaba buena parte del suelo de madera; el Kawakage lo había puesto allí por alguna razón. No se detuvo a reflexionar sobre aquel detalle.
—Kajiya Anzu. Es un honor conocerle, Kawakage-sama —se presentó la Yotsuki, con una leve inclinación de cabeza. Quizás demasiado leve.
Esperó a que su compañero hiciese lo propio antes de satisfacer la curiosidad del mandatario. Abrió la boca para hablar, haciendo que su cicatriz se curvase de forma grotesca, pero no dijo nada. «¿Y ahora cómo demonios se lo digo sin que parezca que somos unos malditos inconscientes?» Les había costado tanto llegar hasta Yubiwa que Anzu no había pensado en aquel momento.
—Vera, Kawakage-sama... Es sobre el día del Torneo —no especificó, porque creía que el Senju pillaría el hilo—. Cuando el... bijuu atacó, Tatsuya-kun y yo estábamos en el interior del estadio. Todo empezó a caerse a trozos, cuando de repente oí una conversación tras una esquina próxima.
La chica tragó saliva, intentando revivir aquel diálogo con la mayor fidelidad posible.
—Eran dos hombres encapuchados. Uno de ellos se llamaba Tamae, del otro no sé su nombre. Hablaban sobre capturar al bijuu, uno de ellos quería pedir refuerzos, mientras que el otro se negaba... Hablaron de un tal... Namiron-sama. Decían que era tan fuerte como para destruir a los tres Kage sin despeinarse. Supongo que trabajaban para él, porque, según pude oír, pertenecían a una especie de cuerpo de inteligencia. Parece que su objetivo es capturar a los bijuu que tienen las grandes Aldeas.
» También mencionaron algo sobre una casa de apuestas. Y... —tragó saliva—. Que los samuráis tienen al Nueve Colas.
Luego se fijó en el césped que ocupaba buena parte del suelo de madera; el Kawakage lo había puesto allí por alguna razón. No se detuvo a reflexionar sobre aquel detalle.
—Kajiya Anzu. Es un honor conocerle, Kawakage-sama —se presentó la Yotsuki, con una leve inclinación de cabeza. Quizás demasiado leve.
Esperó a que su compañero hiciese lo propio antes de satisfacer la curiosidad del mandatario. Abrió la boca para hablar, haciendo que su cicatriz se curvase de forma grotesca, pero no dijo nada. «¿Y ahora cómo demonios se lo digo sin que parezca que somos unos malditos inconscientes?» Les había costado tanto llegar hasta Yubiwa que Anzu no había pensado en aquel momento.
—Vera, Kawakage-sama... Es sobre el día del Torneo —no especificó, porque creía que el Senju pillaría el hilo—. Cuando el... bijuu atacó, Tatsuya-kun y yo estábamos en el interior del estadio. Todo empezó a caerse a trozos, cuando de repente oí una conversación tras una esquina próxima.
La chica tragó saliva, intentando revivir aquel diálogo con la mayor fidelidad posible.
—Eran dos hombres encapuchados. Uno de ellos se llamaba Tamae, del otro no sé su nombre. Hablaban sobre capturar al bijuu, uno de ellos quería pedir refuerzos, mientras que el otro se negaba... Hablaron de un tal... Namiron-sama. Decían que era tan fuerte como para destruir a los tres Kage sin despeinarse. Supongo que trabajaban para él, porque, según pude oír, pertenecían a una especie de cuerpo de inteligencia. Parece que su objetivo es capturar a los bijuu que tienen las grandes Aldeas.
» También mencionaron algo sobre una casa de apuestas. Y... —tragó saliva—. Que los samuráis tienen al Nueve Colas.