Pese a que no quería, su mente divagó por un instante en cómo seguiría su negocio. ¿Estaría bien su compañera? ¿Estaría dando muchos problemas el nuevo? ¿La mercancía habría sido recogida a tiempo? ¿Habrían tenido algún problema con los narcos? Demasiadas cosas nublaban la atormentada mente de la chica, pero ella no era de esas debiluchas que se sientan en una esquina empiezan a llorar hasta que alguien les tienda la mano. Para nada, ella era puro fuego, y ante de ser abatida se llevaría consigo todo al infierno.
Quizás usar esa técnica de fuego tan potente con simples peleles no había sido de la mejor de sus ideas. Pero si no lo probaba ahora con blancos en movimiento, ¿Cuando lo haría? ¿En un combate real? No, para nada. Obviamente la Sarutobi tenía bien amueblada la cabeza, y no sería tan alocada como para tal cosa.
Por desgracia para los muñecos, los únicos afectados habían sido ellos. Pobrecitos.
Quizás la chica estaba tan ensimismada que ni se había percatado de la presencia de otra persona en su misma sala. Tampoco era raro, la sala era enorme, y cada cuál tenía unos objetivos previamente identificados. Ya había coincidido con mas de un genin en su progreso por las anteriores salas. Lo curioso es que ninguno le había dirigido la palabra, justo hasta ahora.
Para sorpresa de la chica, las palabras no fueron ni agradables ni de saludo. Casi le había tirado un guante a la cara, desafiándola en toda regla. La chica desistió sin embargo en fruncir el ceño. Miró al chico, indiferente. Al hacerlo, el responsable de tales palabras... era... bueno, se podría decir lo que NO era; un chico normal. «¿Qué coño...?» Si bien la chica no era falta de palabras, y muy experimentada en tomar disputas, poco le faltó para guardar sepulcral silencio. ¿Qué decirle a semejante espécimen? En un principio tenía en mente darle una patada en el trasero, o bien decirle algo gracioso como "pues tu madre está esperándote en la recepción".
Con parsimonia, la chica se reincorporó. —Que un "chico" con toda la cara de Doraemon me diga semejante cosa... CASI me indigna. Pero no. Lamentablemente, si pretendías hacerlo, tendrás que buscar mejores ofensas.
La Sarutobi tomó el par de guantes, y casi que haciendo caso omiso a ese tipo, comenzó a dirigirse hacia las escaleras que daban a la siguiente sala de prácticas. No sabía que le esperaba allí, pero sin duda alguna lo superaría. «TEnía la piel azul.... y dientes puntiagudos... ¿QUÉ COJONES? ¿Será una especie de mutante o algo?»
Claramente, no podía sacarse de la cabeza esa cosa. ¿Acaso podía llamarlo chico? En fin, fuera como fuera, sus modales no habían sido los mas correctos... Por suerte o desgracia, la chica ya estaba mas que acostumbrada a tratar con éste tipo de comportamientos.
Quizás usar esa técnica de fuego tan potente con simples peleles no había sido de la mejor de sus ideas. Pero si no lo probaba ahora con blancos en movimiento, ¿Cuando lo haría? ¿En un combate real? No, para nada. Obviamente la Sarutobi tenía bien amueblada la cabeza, y no sería tan alocada como para tal cosa.
Por desgracia para los muñecos, los únicos afectados habían sido ellos. Pobrecitos.
Quizás la chica estaba tan ensimismada que ni se había percatado de la presencia de otra persona en su misma sala. Tampoco era raro, la sala era enorme, y cada cuál tenía unos objetivos previamente identificados. Ya había coincidido con mas de un genin en su progreso por las anteriores salas. Lo curioso es que ninguno le había dirigido la palabra, justo hasta ahora.
Para sorpresa de la chica, las palabras no fueron ni agradables ni de saludo. Casi le había tirado un guante a la cara, desafiándola en toda regla. La chica desistió sin embargo en fruncir el ceño. Miró al chico, indiferente. Al hacerlo, el responsable de tales palabras... era... bueno, se podría decir lo que NO era; un chico normal. «¿Qué coño...?» Si bien la chica no era falta de palabras, y muy experimentada en tomar disputas, poco le faltó para guardar sepulcral silencio. ¿Qué decirle a semejante espécimen? En un principio tenía en mente darle una patada en el trasero, o bien decirle algo gracioso como "pues tu madre está esperándote en la recepción".
Con parsimonia, la chica se reincorporó. —Que un "chico" con toda la cara de Doraemon me diga semejante cosa... CASI me indigna. Pero no. Lamentablemente, si pretendías hacerlo, tendrás que buscar mejores ofensas.
La Sarutobi tomó el par de guantes, y casi que haciendo caso omiso a ese tipo, comenzó a dirigirse hacia las escaleras que daban a la siguiente sala de prácticas. No sabía que le esperaba allí, pero sin duda alguna lo superaría. «TEnía la piel azul.... y dientes puntiagudos... ¿QUÉ COJONES? ¿Será una especie de mutante o algo?»
Claramente, no podía sacarse de la cabeza esa cosa. ¿Acaso podía llamarlo chico? En fin, fuera como fuera, sus modales no habían sido los mas correctos... Por suerte o desgracia, la chica ya estaba mas que acostumbrada a tratar con éste tipo de comportamientos.