4/08/2016, 19:40
El escualo vislumbró los usuales segundos de silencio como una victoria. Cada que actuaba de esa forma, las personas o terminaban yéndose despavoridas, o ignorándolo completamente; y algunas pocas veces, haciéndole frente. Y en el caso de la señorita, no sucedió —por extraño que pareciera—. ninguna de las tres.
Ella habló con la mayor propiedad que consiguió en ese momento. Claro que, al igual que la muchedumbre común, se dedicó a pensar lo que ella creía que sería un buen sobrenombre y lo soltó, acompañado, de una frasesilla inteligente para darle mayor motivación al asunto. Pero aquella respuesta no había sido, desde luego, ni la más ingeniosa ni la más hiriente.
Si ella quería ganarle a su puya, tendría que esforzarse un poco mas.
—Que un "chico" con toda la cara de Doraemon me diga semejante cosa... CASI me indigna. Pero no. Lamentablemente, si pretendías hacerlo, tendrás que buscar mejores ofensas.
«Zorra, en serio; ¿qué coño significa Doraemon?»
No sabía que pensar. Así que eligió creer que se lo había inventado. Y le volvió a decepcionar una vez más cuando la mujer tomó un par de guantes y avanzó sin resquemor hasta la siguiente puerta, abriéndose paso hasta el nivel número dieciséis, desconocido por ambos aunque ninguno lo supiera del otro.
Katomi se encontraría con una magistral sala oval de grandes extensiones, pintada de un brillante color caqui. Lucía desierta, vacía, y no fue hasta que ella dio un par de pasos más hasta que la zona de la prueba hizo eco ante sus ojos de forma súbita. Aquello lució entonces, repentinamente, como un bosque completamente talado, aunque allí solo yacían una infinidad de troncos incrustados al suelo, paredes y techo. Cada uno de ellos tenía la misma medida y probablemente sólo habría un par de metros de separación entre sí como para dejar espacio suficiente por si alguien querría tocar el suelo.
Aquello no podía ser más que una prueba de control de Chakra, equilibrio y coordinación. Y aunque las reglas no estaban claras aún; ella sabría que el objetivo real era cruzar el mar de cilindros de madera sin tocar el suelo. Era eso o no avanzar al siguiente nivel.
En un principio lucía sencillo, o eso pensó el tiburón cuando llegó poco tiempo después. Se detuvo justo detrás de Katomi, en silencio, y prefirió contemplar la prueba primero antes de decir nada. Y cuando hubo terminado, siguió hasta su lado y le abrazó por encima del hombro, como si la amistad entre ambos se remontaran hasta los inicios de su infancia.
—Bueno, soy un hombre de modales; así que atenderé a lo que mis padres me enseñaron cuando era pequeño.
Bajó su brazo, le soltó una palmada en el trasero a la chica y dio un par de pasos atrás.
»Las damas primero.
Ella habló con la mayor propiedad que consiguió en ese momento. Claro que, al igual que la muchedumbre común, se dedicó a pensar lo que ella creía que sería un buen sobrenombre y lo soltó, acompañado, de una frasesilla inteligente para darle mayor motivación al asunto. Pero aquella respuesta no había sido, desde luego, ni la más ingeniosa ni la más hiriente.
Si ella quería ganarle a su puya, tendría que esforzarse un poco mas.
—Que un "chico" con toda la cara de Doraemon me diga semejante cosa... CASI me indigna. Pero no. Lamentablemente, si pretendías hacerlo, tendrás que buscar mejores ofensas.
«Zorra, en serio; ¿qué coño significa Doraemon?»
No sabía que pensar. Así que eligió creer que se lo había inventado. Y le volvió a decepcionar una vez más cuando la mujer tomó un par de guantes y avanzó sin resquemor hasta la siguiente puerta, abriéndose paso hasta el nivel número dieciséis, desconocido por ambos aunque ninguno lo supiera del otro.
________________________________________________
Katomi se encontraría con una magistral sala oval de grandes extensiones, pintada de un brillante color caqui. Lucía desierta, vacía, y no fue hasta que ella dio un par de pasos más hasta que la zona de la prueba hizo eco ante sus ojos de forma súbita. Aquello lució entonces, repentinamente, como un bosque completamente talado, aunque allí solo yacían una infinidad de troncos incrustados al suelo, paredes y techo. Cada uno de ellos tenía la misma medida y probablemente sólo habría un par de metros de separación entre sí como para dejar espacio suficiente por si alguien querría tocar el suelo.
Aquello no podía ser más que una prueba de control de Chakra, equilibrio y coordinación. Y aunque las reglas no estaban claras aún; ella sabría que el objetivo real era cruzar el mar de cilindros de madera sin tocar el suelo. Era eso o no avanzar al siguiente nivel.
En un principio lucía sencillo, o eso pensó el tiburón cuando llegó poco tiempo después. Se detuvo justo detrás de Katomi, en silencio, y prefirió contemplar la prueba primero antes de decir nada. Y cuando hubo terminado, siguió hasta su lado y le abrazó por encima del hombro, como si la amistad entre ambos se remontaran hasta los inicios de su infancia.
—Bueno, soy un hombre de modales; así que atenderé a lo que mis padres me enseñaron cuando era pequeño.
Bajó su brazo, le soltó una palmada en el trasero a la chica y dio un par de pasos atrás.
»Las damas primero.