El maleante jefe, dueño temporal del bolso así como de una ligera arma blanca, no vio salida. Renunció a llevarse botín alguno, no pensaba arriesgar una mierda por tomar lo poco que pudiese haber en un mísero bolso. Ciertamente, el idiota no sabía de qué hablaba, estaba desperdiciando una buena recompensa. Si tan solo le hubiese echado el ojo al botín, de seguro habría peleado por éste. Sin embargo, la igualdad numérica, así como la presencia de la chica y su ayudante, terminaron amedrentandolo como a un niño de diez años.
Soltó el bolso, así como el cuchillo. Tras ello, salió a correr calle abajo. Poco tardaron en seguir su ejemplo los otros dos, aunque se tomaron unos cuantos segundos de meditación previa, les costó algo mas entender la situación o a saber qué. Fuera como fuera, los maleante habían salido corriendo. El frontal de su negocio volvía a estar apacible, como bien debía ser.
El grandullón entró de nuevo al local, su presencia allí ya no era necesaria. Conforme lo hacía, y ante la mirada de la peliblanco y el hyuuga, la legítima dueña del bolso entró en escena. Llegaba casi sin aliento, pero justo a tiempo para que su héroe sin capa le entregase su pertenencia. Por fin, la chica pareció recuperar el aliento, así como el susodicho bolso. Sin previo aviso, la mujer preguntó si tenía pensado entrar en el local.
«¿Aquí...?»
La mirada de la chica quedó clavada en el gesto de la mujer. Evidentemente, señalaba hacia el Panda Fumado.
El hyuuga se rehusó a entrar, obviamente no había acudido al sitio por voluntad propia. Pero la mujer insistió de nuevo, alegando que aún no se lo había podido agradecer, así como añadió que ni tan siquiera se había presentado. A la peliblanco solo había una cosa que le extrañase. ¿Por qué no se había cambiado aún los pantalones? Le había visto tomar unos de una taquilla... ¿Era un exhibicionista? ¿O simplemente era un pervertido?
—Será todo un placer serviros algo de beber. Entrad, seguro que el héroe estará sediento tras esa dura persecución.— Claramente, aprovechó la situación.
Dicho eso, la chica entró como previamente había hecho su ayudante. Éste había tomado de nuevo posición, quedando entre la barra y la entrada. Cuidadosamente estudiado, desde esa posición llegaba a ver todo lo que sucedía dentro, así como parte de lo que pasaba fuera.
—¿Qué vais a querer tomar? Invito yo. Amm.... y sentaos donde apetezca. Como si estuvieseis en vuestra casa.
Con parsimonia, la chica se dirigió hacia la barra, donde tomaría las cosas que sus invitados pidiesen.
Soltó el bolso, así como el cuchillo. Tras ello, salió a correr calle abajo. Poco tardaron en seguir su ejemplo los otros dos, aunque se tomaron unos cuantos segundos de meditación previa, les costó algo mas entender la situación o a saber qué. Fuera como fuera, los maleante habían salido corriendo. El frontal de su negocio volvía a estar apacible, como bien debía ser.
El grandullón entró de nuevo al local, su presencia allí ya no era necesaria. Conforme lo hacía, y ante la mirada de la peliblanco y el hyuuga, la legítima dueña del bolso entró en escena. Llegaba casi sin aliento, pero justo a tiempo para que su héroe sin capa le entregase su pertenencia. Por fin, la chica pareció recuperar el aliento, así como el susodicho bolso. Sin previo aviso, la mujer preguntó si tenía pensado entrar en el local.
«¿Aquí...?»
La mirada de la chica quedó clavada en el gesto de la mujer. Evidentemente, señalaba hacia el Panda Fumado.
El hyuuga se rehusó a entrar, obviamente no había acudido al sitio por voluntad propia. Pero la mujer insistió de nuevo, alegando que aún no se lo había podido agradecer, así como añadió que ni tan siquiera se había presentado. A la peliblanco solo había una cosa que le extrañase. ¿Por qué no se había cambiado aún los pantalones? Le había visto tomar unos de una taquilla... ¿Era un exhibicionista? ¿O simplemente era un pervertido?
—Será todo un placer serviros algo de beber. Entrad, seguro que el héroe estará sediento tras esa dura persecución.— Claramente, aprovechó la situación.
Dicho eso, la chica entró como previamente había hecho su ayudante. Éste había tomado de nuevo posición, quedando entre la barra y la entrada. Cuidadosamente estudiado, desde esa posición llegaba a ver todo lo que sucedía dentro, así como parte de lo que pasaba fuera.
—¿Qué vais a querer tomar? Invito yo. Amm.... y sentaos donde apetezca. Como si estuvieseis en vuestra casa.
Con parsimonia, la chica se dirigió hacia la barra, donde tomaría las cosas que sus invitados pidiesen.