9/08/2016, 00:10
(Última modificación: 9/08/2016, 00:11 por Amedama Daruu.)
Curioso. A pesar de la casi insignificante presencia de Ayame hacia otros ninjas, los niños parecieron intimidarse ante la presencia de aquella bandana, de aquella bolsa de armas. Era una mezcla entre miedo y admiración.
Sus profesores no surgían efecto, claro. Eran ninjas, más fuertes que Ayame, sí, pero eran ninjas conocidos. Se veían todos los días y se sentían confiados con ellos. Sin embargo, con ella no. Por supuesto, eso no significa que Ayame hubiese convencido a nadie de no salir. Tan sólo sentían reparos hacia avanzar más allá de un metro de ella.
—¡Mirad, como baje de esta tarima os voy a dar una ostia a todos y cada uno de vosotros, y vuestros senseis no van a poder evitarlo! —vociferó Zetsuo, y su voz sonó más autoritaria de lo normal. Los niños, uno a uno, fueron entrando en razón, agachando la cabeza y dirigiéndose a sus puestos. Zetsuo no continuó la frase, que por supuesto era "y si lo intentan se la voy a dar a ellos también".
Entre tanto, Daruu se había acercado a la máquina de las presentaciones y la observaba con curiosidad, acariciándose la barbilla.
—Anda, déjala, Hanaiko.
Le dio una patada, a ver si respondía.
—Sí, a patadas la vas a arreglar, no te jode.
La máquina emitió un pequeño chisporroteo y el proyector se encendió. Daruu sonrió y se encogió de hombros. Luego, procedió a retroceder por las diapositivas, una a una, hasta quedar de nuevo por la que debería haber tocado antes del accidente.
Zetsuo refunfuñó algo mientras le echaba una mirada asesina a Daruu de reojo y se aclaró la voz.
—Bien, como iba diciendo...
—¡No a las vacunas! AN-TI-NA-TU-RAL. ¡No a las vacunas! CAUSAN EN-FER-ME-DAD.
Un hombre apartó a Ayame de un empujón, y una turba descontrolada de manifestantes entraron a la sala con una pancarta.
—¡¡¡¡Niños, no os dejéis engañar!!!! ¡¡¡¡Las vacunas producen autismo, y cáncer!!!! —vociferó el portavoz, que había empujado a Ayame: un hombre pelirrojo de al menos un metro ochenta.
Sus profesores no surgían efecto, claro. Eran ninjas, más fuertes que Ayame, sí, pero eran ninjas conocidos. Se veían todos los días y se sentían confiados con ellos. Sin embargo, con ella no. Por supuesto, eso no significa que Ayame hubiese convencido a nadie de no salir. Tan sólo sentían reparos hacia avanzar más allá de un metro de ella.
—¡Mirad, como baje de esta tarima os voy a dar una ostia a todos y cada uno de vosotros, y vuestros senseis no van a poder evitarlo! —vociferó Zetsuo, y su voz sonó más autoritaria de lo normal. Los niños, uno a uno, fueron entrando en razón, agachando la cabeza y dirigiéndose a sus puestos. Zetsuo no continuó la frase, que por supuesto era "y si lo intentan se la voy a dar a ellos también".
Entre tanto, Daruu se había acercado a la máquina de las presentaciones y la observaba con curiosidad, acariciándose la barbilla.
—Anda, déjala, Hanaiko.
Le dio una patada, a ver si respondía.
—Sí, a patadas la vas a arreglar, no te jode.
La máquina emitió un pequeño chisporroteo y el proyector se encendió. Daruu sonrió y se encogió de hombros. Luego, procedió a retroceder por las diapositivas, una a una, hasta quedar de nuevo por la que debería haber tocado antes del accidente.
Zetsuo refunfuñó algo mientras le echaba una mirada asesina a Daruu de reojo y se aclaró la voz.
—Bien, como iba diciendo...
—¡No a las vacunas! AN-TI-NA-TU-RAL. ¡No a las vacunas! CAUSAN EN-FER-ME-DAD.
Un hombre apartó a Ayame de un empujón, y una turba descontrolada de manifestantes entraron a la sala con una pancarta.
—¡¡¡¡Niños, no os dejéis engañar!!!! ¡¡¡¡Las vacunas producen autismo, y cáncer!!!! —vociferó el portavoz, que había empujado a Ayame: un hombre pelirrojo de al menos un metro ochenta.