10/08/2016, 00:10
Desde la posición del joven yamanaka, se podían ver las fuertes olas chocando contra la fría roca del cabo. El graznido de las gaviotas que buscaban comida por la zona parecía un llanto lastimero. A esas horas de la tarde y bajo la lluvia, no se veía ninguna persona desde la playa, aunque desde luego habría pescadores en los barcos que pescaban a lo lejos de la costa.
La verdad era que Reiji adoraba aquella soledad. El silencio, el llanto de las gaviotas, el ruido de las olas al chocar contra la roca. Y lo mejor de todo: nadie a quien tener que dirigirle la palabra. Por que eso era lo peor de estar con la gente y ser mudo al mismo tiempo. Siempre había un incomodo silencio cada vez que alguien le hablaba y reiji le respondía con gestos de la mano. La primera reacción era siempre ponerse a la defensiva, sobretodo cuando no sabían lo que era el lenguaje de signos y creían que iba a atacarlos con alguna técnica. Después simplemente se daban cuenta de que el joven era mudo y solo hablaba con gestos. Y entonces era cuando aparecía aquel silencio incomodo.
Y luego estaba la parte que no era tan silenciosa. Las bromas y las burlas. Había tenido que soportarlas casi a diario desde que había ingresado en la academia, y no solo de sus compañeros, si no de muchos otros alumnos, mas mayores e incluso mas pequeños. Por suerte había terminado la academia hacia relativamente poco, y ya no estaría obligado a ver a esas personas, aunque siendo de la misma villa tendría la mala suerte de cruzarselos por la calle algún día.
Por eso había decidido salir de viaje un tiempo. Un par de semanas, un mes entero quizás. Aun era joven y quería ver el resto del mundo. Aunque dados los últimos acontecimientos, el mundo no parecía un lugar muy seguro para visitar, sin embargo aun no había salido del país de la lluvia, y aquella playa solitaria ya le parecía un lugar mucho mejor que algunas de las calles de su villa.
"Ojala esta tranquilidad durara para siempre..."
Pensó el joven mientras la lluvia y el viento golpeaban suavemente su rostro...
La verdad era que Reiji adoraba aquella soledad. El silencio, el llanto de las gaviotas, el ruido de las olas al chocar contra la roca. Y lo mejor de todo: nadie a quien tener que dirigirle la palabra. Por que eso era lo peor de estar con la gente y ser mudo al mismo tiempo. Siempre había un incomodo silencio cada vez que alguien le hablaba y reiji le respondía con gestos de la mano. La primera reacción era siempre ponerse a la defensiva, sobretodo cuando no sabían lo que era el lenguaje de signos y creían que iba a atacarlos con alguna técnica. Después simplemente se daban cuenta de que el joven era mudo y solo hablaba con gestos. Y entonces era cuando aparecía aquel silencio incomodo.
Y luego estaba la parte que no era tan silenciosa. Las bromas y las burlas. Había tenido que soportarlas casi a diario desde que había ingresado en la academia, y no solo de sus compañeros, si no de muchos otros alumnos, mas mayores e incluso mas pequeños. Por suerte había terminado la academia hacia relativamente poco, y ya no estaría obligado a ver a esas personas, aunque siendo de la misma villa tendría la mala suerte de cruzarselos por la calle algún día.
Por eso había decidido salir de viaje un tiempo. Un par de semanas, un mes entero quizás. Aun era joven y quería ver el resto del mundo. Aunque dados los últimos acontecimientos, el mundo no parecía un lugar muy seguro para visitar, sin embargo aun no había salido del país de la lluvia, y aquella playa solitaria ya le parecía un lugar mucho mejor que algunas de las calles de su villa.
"Ojala esta tranquilidad durara para siempre..."
Pensó el joven mientras la lluvia y el viento golpeaban suavemente su rostro...