Por suerte o desgracia, la chica no había conseguido lo que se había propuesto. Su mirada no había hecho que el chico con apariencia similar al dibujo animado explotase en mil pedazos. Pero ya no había caso, no pensaba amedrentarse ante ese bicho raro. Vamos, ni por asomo.
No vaciló un instante antes de envolverse en la capa de fuego, técnica que pronto comenzaría a caracterizarla. Era algo que ella misma había inventado, una técnica exclusiva y que llamaba realmente la atención de cualquier espectador. No era nada común, aunque aún debía perfeccionarla un poco mas. Quizás con el tiempo llegase a dominarla hasta el punto en que pudiese hasta volar con ella. Poco le faltaba.
Amenazó al chico sin titubeos, pero éste no pareció asustarse en absoluto. Hasta encontró interesante la habilidad de la Sarutobi, pero alegó en última instancia que no era la única capaz de realizar ese truco. «¿Truco?» Realmente la chica no sabía a que se refería, pero no tardaría en descubrir que el gato azulado tenía una habilidad muy parecida a la suya; pero con otra afinidad elemental, la contraria al fuego.
Lamentablemente, su exhibición fue un tanto menos llamativa, válgase la redundancia.
El intento de Doraemon se deshizo como un muñeco de nieve expuesto al sol. Su cuerpo casi que se licuó, terminando en un charco a inicios de la sala. Justo tras ello, sacó del mismo charco su rostro, y con una sonrisa dentada alegó que no debían pelear. Según decía, casi le parecía que estaban destinados a ser archienemigos.
—Totalmente de acuerdo...— Masculló la chica a regañadientes.
Pero éste individuo aún no había terminado. Continuó su contienda afirmando lo obvio, que era de su aldea, así como argumentó que también era linda. Dejó en el aire la pregunta. ¿Qué hacer? Pues no parecía saber qué sería lo mas conveniente.
La chica sonrió, mientras que su cuerpo terminó de derretir parte de lo que pisaba. Ésta terminó quedando en el mismo aire, flotando o levitando, cual globo aerostático. —Mira... No tengo nada en contra de que seas Suiton. No tengo nada en contra de que seas azul, y tengas los dientes de una serpiente o algún otro reptil. No tengo nada en contra de que te puedas convertir en un charco, y puedan fregarte...
»Pero como vuelvas a soltar alguna gilipollez en contra de mis capacidades, o bien te atrevas a tocarme sin consentimiento; acabarás falto de espacio para esconderte en Amegakure. ¿Entendiste? Es así de sencillo.— Aclarado todo, le devolvió la sonrisa.
La kunoichi dejó de mandar chakra en continuo flujo hacia todo su cuerpo, ipso facto, las llamas se desvanecieron alrededor de la chica. Ésta ya había aclarado los términos de la tregua entre ella y el chico, así pues, pensó que todo quedaría ahí. ¿Estaría tan equivocada?
«A ver si recapacita un poco... hacerse enemigos en la aldea no es una de las mejores ideas. Pero es que éste tipo es repelente a no poder más... Es tan... tan... ¿Rudo? Es maleducado... tosco, animal... en fin. A ver qué hace ahora... Suerte tiene de que no le obligue a pedir perdón.»
No vaciló un instante antes de envolverse en la capa de fuego, técnica que pronto comenzaría a caracterizarla. Era algo que ella misma había inventado, una técnica exclusiva y que llamaba realmente la atención de cualquier espectador. No era nada común, aunque aún debía perfeccionarla un poco mas. Quizás con el tiempo llegase a dominarla hasta el punto en que pudiese hasta volar con ella. Poco le faltaba.
Amenazó al chico sin titubeos, pero éste no pareció asustarse en absoluto. Hasta encontró interesante la habilidad de la Sarutobi, pero alegó en última instancia que no era la única capaz de realizar ese truco. «¿Truco?» Realmente la chica no sabía a que se refería, pero no tardaría en descubrir que el gato azulado tenía una habilidad muy parecida a la suya; pero con otra afinidad elemental, la contraria al fuego.
Lamentablemente, su exhibición fue un tanto menos llamativa, válgase la redundancia.
El intento de Doraemon se deshizo como un muñeco de nieve expuesto al sol. Su cuerpo casi que se licuó, terminando en un charco a inicios de la sala. Justo tras ello, sacó del mismo charco su rostro, y con una sonrisa dentada alegó que no debían pelear. Según decía, casi le parecía que estaban destinados a ser archienemigos.
—Totalmente de acuerdo...— Masculló la chica a regañadientes.
Pero éste individuo aún no había terminado. Continuó su contienda afirmando lo obvio, que era de su aldea, así como argumentó que también era linda. Dejó en el aire la pregunta. ¿Qué hacer? Pues no parecía saber qué sería lo mas conveniente.
La chica sonrió, mientras que su cuerpo terminó de derretir parte de lo que pisaba. Ésta terminó quedando en el mismo aire, flotando o levitando, cual globo aerostático. —Mira... No tengo nada en contra de que seas Suiton. No tengo nada en contra de que seas azul, y tengas los dientes de una serpiente o algún otro reptil. No tengo nada en contra de que te puedas convertir en un charco, y puedan fregarte...
»Pero como vuelvas a soltar alguna gilipollez en contra de mis capacidades, o bien te atrevas a tocarme sin consentimiento; acabarás falto de espacio para esconderte en Amegakure. ¿Entendiste? Es así de sencillo.— Aclarado todo, le devolvió la sonrisa.
La kunoichi dejó de mandar chakra en continuo flujo hacia todo su cuerpo, ipso facto, las llamas se desvanecieron alrededor de la chica. Ésta ya había aclarado los términos de la tregua entre ella y el chico, así pues, pensó que todo quedaría ahí. ¿Estaría tan equivocada?
«A ver si recapacita un poco... hacerse enemigos en la aldea no es una de las mejores ideas. Pero es que éste tipo es repelente a no poder más... Es tan... tan... ¿Rudo? Es maleducado... tosco, animal... en fin. A ver qué hace ahora... Suerte tiene de que no le obligue a pedir perdón.»