14/08/2016, 16:03
(Última modificación: 14/08/2016, 16:09 por Uzumaki Eri.)
Un metro las separaba, la mano de Eri estaba llena de chakra rosado, la de la líder, encerrada en un puño. Hasta que ambas chocaron con la mejilla de su oponente.
Eri se quedó parada en el sitio, movida unos pocos centímetros hacia atrás por el golpe que había recibido en su moflete izquierdo y por la fuerza de su propio ataque. Su oponente, sin embargo, no corrió la misma suerte que la de cabellos azules: salió disparada hacia el mar, cayendo en la orilla donde las olas impactaban con la arena, boca arriba.
''Eso por meterte con nosotros, alga extraña.''
Esperó unos segundos, pero la chica no reaccionó, ni se movió un ápice de su posición.
El Uchiha aprovechó para guardarse los shuriken en... Bueno, en la mano estaban bien resguardadas. Y justo cuando iba a replicar el reproche del chico al que acababa de robar aquellas estrellas puntiagudas, el otro apareció para tirar aquella técnica que el rubio conocía a la perfección.
Recreó la misma técnica, de exactamente las mismas dimensiones que las de su rival, y a medio camino ambos chocaron. Al principio no se sabía cuál de las dos ganaría, o quién de los dos oponentes sería el ganador, hasta que el humo creado por el choque de ambas técnicas se disipó lentamente.
El resultado: el chico de constitución delgada se hallaba en el suelo, con un color de piel más oscuro que el que tenía con anterioridad. Sus manos temblaban, y sus ojos estaban abiertos, incluso más de lo normal. Se encontraba mudo, sin saber qué decir o qué hacer en aquel momento.
Nabi había ganado aquel choque de técnicas.
El chico que vestía la sonrisa socarrona miró fijamente a Kaiten, y éste le devolvió la mirada, haciéndole captar que no iba a jugar a su juego, ya que el Akimichi no tenía ganas de jugar, como bien era el dicho: dos no pelean si uno no quiere.
Pero sí entró en el juego, no mediante palabras, sino por hechos: se sacó unos restos de comida de entre los dientes, dificilmente identificable pues no sabíamos de cuándo era aquello. Y, por supuesto, las intenciones de Kaiten no eran buenas, ya que con un movimiento de dedos los restos se vieron volando en dirección a su oponente, que, aunque cambió su sonrisa por una cara de asco, no se quedó embobado mirando como aquella sustancia desconocida viajaba hacia su cara, sino que se apartó hacia la derecha.
Miró a Kaiten con una mezcla entre sorpresa y asco, luego se encogió de hombros: el olor de aquello le acababa de revolver las tripas y las ganas de pelear se habían esfumado de él completamente.
—Está bien, tu ganas.
– -
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Eri se quedó parada en el sitio, movida unos pocos centímetros hacia atrás por el golpe que había recibido en su moflete izquierdo y por la fuerza de su propio ataque. Su oponente, sin embargo, no corrió la misma suerte que la de cabellos azules: salió disparada hacia el mar, cayendo en la orilla donde las olas impactaban con la arena, boca arriba.
''Eso por meterte con nosotros, alga extraña.''
Esperó unos segundos, pero la chica no reaccionó, ni se movió un ápice de su posición.
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El Uchiha aprovechó para guardarse los shuriken en... Bueno, en la mano estaban bien resguardadas. Y justo cuando iba a replicar el reproche del chico al que acababa de robar aquellas estrellas puntiagudas, el otro apareció para tirar aquella técnica que el rubio conocía a la perfección.
Recreó la misma técnica, de exactamente las mismas dimensiones que las de su rival, y a medio camino ambos chocaron. Al principio no se sabía cuál de las dos ganaría, o quién de los dos oponentes sería el ganador, hasta que el humo creado por el choque de ambas técnicas se disipó lentamente.
El resultado: el chico de constitución delgada se hallaba en el suelo, con un color de piel más oscuro que el que tenía con anterioridad. Sus manos temblaban, y sus ojos estaban abiertos, incluso más de lo normal. Se encontraba mudo, sin saber qué decir o qué hacer en aquel momento.
Nabi había ganado aquel choque de técnicas.
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El chico que vestía la sonrisa socarrona miró fijamente a Kaiten, y éste le devolvió la mirada, haciéndole captar que no iba a jugar a su juego, ya que el Akimichi no tenía ganas de jugar, como bien era el dicho: dos no pelean si uno no quiere.
Pero sí entró en el juego, no mediante palabras, sino por hechos: se sacó unos restos de comida de entre los dientes, dificilmente identificable pues no sabíamos de cuándo era aquello. Y, por supuesto, las intenciones de Kaiten no eran buenas, ya que con un movimiento de dedos los restos se vieron volando en dirección a su oponente, que, aunque cambió su sonrisa por una cara de asco, no se quedó embobado mirando como aquella sustancia desconocida viajaba hacia su cara, sino que se apartó hacia la derecha.
Miró a Kaiten con una mezcla entre sorpresa y asco, luego se encogió de hombros: el olor de aquello le acababa de revolver las tripas y las ganas de pelear se habían esfumado de él completamente.
—Está bien, tu ganas.
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Estado de Mizumi Eri
168/200
12
–115/150