23/05/2015, 11:18
—En serio, yo no muerdo — dije mientras dejaba la nevera en el suelo, y me agachaba para abrirla —No mucho —Abrí la nevera del hospital cargada con bolsitas de sangre de los donantes anónimos y e hice hueco para la bolsa con la carne y las verduras mientras rebuscaba mi almuerzo, que no era una rubia asustadiza —Tu final? no te graduaste como shinobi? voy desarmado y con las dos manos ocupadas, mucha pinta de hostil no tengo, como no te zurre con la bolsa de carne...
Seguí rebuscando entre las bolsas de sangre una en concreto. No podía tener ningún alimento favorito, por que no podía comer otra cosa que no fuera sangre, pero si podía tener un tipo de sangre favorita. Oh, la dulce O negativa. Rara entre las raras, pero dulce entre las dulces. Siempre había una o dos bolsistas en la comida semanal, y siempre volaban, no por que nadie me las quitara, todo lo contrario, volaban para que nadie me las quitaba. Y yo era el mago que las hacia desaparecer. Y sin recitar conjuro o palabra mágica alguna.
—Delicioso...
Dije cuando al fin pude hallar mi moneda de oro entre todas aquellas de bronce, extraje la bolsita, y cerré la nevera con la carne dentro, luego, con un diestro bocado, arranque el tapón que me impedía acceder a mi premio, y bebí sangre como si de un zumo se tratara. Por que así era como se bebía, y no ensuciandola con las bacterias del cuello. Un pequeño gemido de placer salio de mi garganta tras el primer sorbo, pero no pude evitar reír al escuchar la pregunta de la chica a la que había ignorado mientras buscaba la sangre.
—No, ella a venido por su propia cuenta a pedirme que la muerda, y le he dicho lo mismo que a ti, aun no entiendo por que me ha pegado... odio a la gente que no sabe aceptar un no por respuesta
Seguí rebuscando entre las bolsas de sangre una en concreto. No podía tener ningún alimento favorito, por que no podía comer otra cosa que no fuera sangre, pero si podía tener un tipo de sangre favorita. Oh, la dulce O negativa. Rara entre las raras, pero dulce entre las dulces. Siempre había una o dos bolsistas en la comida semanal, y siempre volaban, no por que nadie me las quitara, todo lo contrario, volaban para que nadie me las quitaba. Y yo era el mago que las hacia desaparecer. Y sin recitar conjuro o palabra mágica alguna.
—Delicioso...
Dije cuando al fin pude hallar mi moneda de oro entre todas aquellas de bronce, extraje la bolsita, y cerré la nevera con la carne dentro, luego, con un diestro bocado, arranque el tapón que me impedía acceder a mi premio, y bebí sangre como si de un zumo se tratara. Por que así era como se bebía, y no ensuciandola con las bacterias del cuello. Un pequeño gemido de placer salio de mi garganta tras el primer sorbo, pero no pude evitar reír al escuchar la pregunta de la chica a la que había ignorado mientras buscaba la sangre.
—No, ella a venido por su propia cuenta a pedirme que la muerda, y le he dicho lo mismo que a ti, aun no entiendo por que me ha pegado... odio a la gente que no sabe aceptar un no por respuesta
