26/08/2016, 11:01
Haciendo un poco de malabares con su ajetreada agenda, la chica dispuso de algo de tiempo libre para una tarea que había acordado realizar desde hacía un tiempo; un entrenamiento con Mogura, el chico del paraguas. En cierto modo, a la Sarutobi le agradaba bastante la idea, una kunoichi no debe dejar de lado su formación, por mas dinero que obtenga de su segundo trabajo. Además, sería la oportunidad perfecta de comprobar cuanto había avanzado en su búsqueda continua de más fuerza. Creía haber alcanzado un buen nivel de maestría con el fuego, pero no había tenido demasiadas ocasiones de probar su fuerza. Evidentemente, tampoco esperaba poder llegar a usar toda su fuerza en un entrenamiento, pero si el médico ponía de su parte seguro que tenía que esforzarse.
Katomi vestía sus prendas habituales para combate, y en general de uso con ciertas posibilidades de trifulca. El pelo lo llevaba en ésta ocasión recogido en una coleta a la altura de la nuca, imposibilitando a éste de poder molestarla a lo largo del entrenamiento. Sus dos únicas herramientas shinobis dormían en su portaobjetos, del cual hasta pensaba en deshacerse pronto. ¿Para qué llevar algo que en la mayoría de ocasiones ni usaba? Fuera como fuera, iba decidida y preparada.
Para cuando la chica llegó a la entrada del torreón, Mogura ya parecía llevar un rato. Miró un cartel luminoso cercano, en el cuál estaba indicada la hora, y efectivamente pudo comprobar que no llegaba tarde. De seguro el genin se había adelantado, posiblemente emocionado del combate, o de la compañía. Ante todo, no dejaba de lado las viejas costumbres —Ese paraguas— justo como hacía la kunoichi, la cuál se mojaba sin protección de paraguas alguno.
—Bueeeeenas, Mogura!— Anunció al tiempo que se acercaba al chico.
Sin dilación alguna, le dio un abrazo, y le propinó un beso en la mejilla derecha. El paraguas no le había servido de mucho con la peliblanca cerca, acababa de mojarlo. Aunque tampoco era como si se hubiese quedado un buen rato bajo el agua, simplemente lo había mojado un poco.
—¿Que? ¿Ansioso por entrenar?— Preguntó con una sonrisa. Claramente hacía referencia a que se había adelantado a la hora indicada, aunque no lo hacía con mal propósito, solo bromeaba.
Katomi vestía sus prendas habituales para combate, y en general de uso con ciertas posibilidades de trifulca. El pelo lo llevaba en ésta ocasión recogido en una coleta a la altura de la nuca, imposibilitando a éste de poder molestarla a lo largo del entrenamiento. Sus dos únicas herramientas shinobis dormían en su portaobjetos, del cual hasta pensaba en deshacerse pronto. ¿Para qué llevar algo que en la mayoría de ocasiones ni usaba? Fuera como fuera, iba decidida y preparada.
Para cuando la chica llegó a la entrada del torreón, Mogura ya parecía llevar un rato. Miró un cartel luminoso cercano, en el cuál estaba indicada la hora, y efectivamente pudo comprobar que no llegaba tarde. De seguro el genin se había adelantado, posiblemente emocionado del combate, o de la compañía. Ante todo, no dejaba de lado las viejas costumbres —Ese paraguas— justo como hacía la kunoichi, la cuál se mojaba sin protección de paraguas alguno.
—Bueeeeenas, Mogura!— Anunció al tiempo que se acercaba al chico.
Sin dilación alguna, le dio un abrazo, y le propinó un beso en la mejilla derecha. El paraguas no le había servido de mucho con la peliblanca cerca, acababa de mojarlo. Aunque tampoco era como si se hubiese quedado un buen rato bajo el agua, simplemente lo había mojado un poco.
—¿Que? ¿Ansioso por entrenar?— Preguntó con una sonrisa. Claramente hacía referencia a que se había adelantado a la hora indicada, aunque no lo hacía con mal propósito, solo bromeaba.