30/08/2016, 08:36
Cuando llegó la diapositiva final, los profesores prorrimpieron en un fuerte aplauso. Los niños, aún aturdidos por el Genjutsu que Zetsuo había ejecutado para salvar la situación, daban cabezadas o miraban alrededor tratando de asimilar lo que había pasado hacía aproximadamente unos diez minutos.
—Ayame, cierra la puerta y asegúrala —Intervino Zetsuo, de pronto.
«¿Qué?»
La sala entera pareció tener la misma duda que Daruu, porque pronto una fina sábana de murmullos cubrió el silencio. Daruu entendió lo que estaba ocurriendo cuando uno de los niños se puso a llorar, y cuando Zetsuo le dijo, señalando a una puerta entreabierta en un lateral del estrado:
—Hanaiko, trae la carretilla que hay tras esa puerta.
Daruu asintió y tragó saliva, nervioso sin saber muy bien por qué. Se acercó a la puerta, que gruñó con un ruido chirriante en cuanto puso la mano en el pomo. Se adentró en una sala oscura, llena de todo tipo de trastos por aquí y por allá. Pero sí encontró la carretilla a la que se refería Zetsuo, tapada con una lona que se le antojó siniestra.
«Ya verás, la de chillidos de niño que vamos a tener que soportar», pensó, al tiempo que aparecía de nuevo en el estrado empujando la carretilla. «Bueno, mira el lado bueno. Al menos no soy yo a quien van a pinchar hoy.»
—Ayame, cierra la puerta y asegúrala —Intervino Zetsuo, de pronto.
«¿Qué?»
La sala entera pareció tener la misma duda que Daruu, porque pronto una fina sábana de murmullos cubrió el silencio. Daruu entendió lo que estaba ocurriendo cuando uno de los niños se puso a llorar, y cuando Zetsuo le dijo, señalando a una puerta entreabierta en un lateral del estrado:
—Hanaiko, trae la carretilla que hay tras esa puerta.
Daruu asintió y tragó saliva, nervioso sin saber muy bien por qué. Se acercó a la puerta, que gruñó con un ruido chirriante en cuanto puso la mano en el pomo. Se adentró en una sala oscura, llena de todo tipo de trastos por aquí y por allá. Pero sí encontró la carretilla a la que se refería Zetsuo, tapada con una lona que se le antojó siniestra.
«Ya verás, la de chillidos de niño que vamos a tener que soportar», pensó, al tiempo que aparecía de nuevo en el estrado empujando la carretilla. «Bueno, mira el lado bueno. Al menos no soy yo a quien van a pinchar hoy.»