30/08/2016, 16:39
(Última modificación: 30/08/2016, 16:39 por Uchiha Akame.)
La Yotsuki correspondió al apretón de manos de su compañero con una sonrisa. Tatsuya era un buen tipo, y definitivamente se alegraba de tenerlo de su lado.
—Oh, tienes razón. Yo aprovecharé un tiempo para descansar antes de seguir con algunos asuntos pendientes que tengo. Espero que la próxima vez que nos veamos no nos termine persiguiendo un chunin ni que un edificio nos caiga encima. Debo marcharme, hasta pronto.
Anzu soltó una estruendosa carcajada ante las palabras del gennin, que incluso en aquella situación tan complicada lograron arrancarle unas risas. Ella también tenía muchas cosas que hacer y en las que pensar, como por ejemplo, en cierta misión que su querido y odiado compañero Datsue le había propuesto tiempo atrás...
Minutos después la kunoichi de piel café bajaba las escaleras de madera que daban acceso —y salida— al Edificio del Kawakage. De repente notó que las tripas le rugían, alzó la vista al cielo azul de Primavera y asintió, conforme.
—Bueno, no hay excusa que valga para perderse un almuerzo como los dioses mandan. Ni siquiera el Fin del Mundo.
Y así, caminó a paso tranquilo por las calles de Takigakure en dirección a su restaurante favorito, mientras dejaba volar libres sus pensamientos muy, muy lejos de la Aldea.
—Oh, tienes razón. Yo aprovecharé un tiempo para descansar antes de seguir con algunos asuntos pendientes que tengo. Espero que la próxima vez que nos veamos no nos termine persiguiendo un chunin ni que un edificio nos caiga encima. Debo marcharme, hasta pronto.
Anzu soltó una estruendosa carcajada ante las palabras del gennin, que incluso en aquella situación tan complicada lograron arrancarle unas risas. Ella también tenía muchas cosas que hacer y en las que pensar, como por ejemplo, en cierta misión que su querido y odiado compañero Datsue le había propuesto tiempo atrás...
Minutos después la kunoichi de piel café bajaba las escaleras de madera que daban acceso —y salida— al Edificio del Kawakage. De repente notó que las tripas le rugían, alzó la vista al cielo azul de Primavera y asintió, conforme.
—Bueno, no hay excusa que valga para perderse un almuerzo como los dioses mandan. Ni siquiera el Fin del Mundo.
Y así, caminó a paso tranquilo por las calles de Takigakure en dirección a su restaurante favorito, mientras dejaba volar libres sus pensamientos muy, muy lejos de la Aldea.