El genin pareció avergonzarse levemente tras la contestación de la chica, la cuál no dudo en negar que tuviese una planta en mente. Se cubrió parte del rostro, y terminó admitiendo que eso de adivinar los pensamientos no era lo suyo. —Ni de lejos— La verdad, ni se había acercado, en lo mas mínimo. De hecho, si por ella hubiese sido, habrían entrenado en la primera planta. El lugar no iba a influir demasiado, al menos en los primeros niveles.
—La verdad, quizás necesitas una bola de cristal de esas... porque ni te acercaste... jajaja.
Siguieron avanzando, y llegaron rápidamente al ascensor. Tras ello, la chica quedó con el dedo presente en el botón del botón número seis. Según afirmaba la Sarutobi, era esa la planta que el médico buscaba, y ante la posible duda le preguntó si confiaba en ella. El chico no titubeó un solo segundo, sin miedo a equivocarse confió plenamente en su compañera.
La Sarutobi pulsó el botón, y casi al instante las puertas se cerraron. —Vamos allá pues.— Confirmó con su acción.
El ascensor comenzó a moverse justo después, y por un instante el silencio reinó en el habitáculo. El tiempo para que llegasen hasta la sexta planta no debería ser demasiado, pero sin embargo los ascensores eran realmente perturbadores. Aquél lugar metálico, con una luz arriba como si fuese un foco acusador, el silencio... sin duda alguna, ponía los nervios a flor de piel.
—Bueno... esto... la verdad es que... hace buen tiempo, ¿verdad?— Se atrevió a bromear con los estereotipos.
—La verdad, quizás necesitas una bola de cristal de esas... porque ni te acercaste... jajaja.
Siguieron avanzando, y llegaron rápidamente al ascensor. Tras ello, la chica quedó con el dedo presente en el botón del botón número seis. Según afirmaba la Sarutobi, era esa la planta que el médico buscaba, y ante la posible duda le preguntó si confiaba en ella. El chico no titubeó un solo segundo, sin miedo a equivocarse confió plenamente en su compañera.
La Sarutobi pulsó el botón, y casi al instante las puertas se cerraron. —Vamos allá pues.— Confirmó con su acción.
El ascensor comenzó a moverse justo después, y por un instante el silencio reinó en el habitáculo. El tiempo para que llegasen hasta la sexta planta no debería ser demasiado, pero sin embargo los ascensores eran realmente perturbadores. Aquél lugar metálico, con una luz arriba como si fuese un foco acusador, el silencio... sin duda alguna, ponía los nervios a flor de piel.
—Bueno... esto... la verdad es que... hace buen tiempo, ¿verdad?— Se atrevió a bromear con los estereotipos.