2/09/2016, 23:47
La kunoichi tendió su pose victoriosa, alegando que jamás le diría su edad, sin esperar a cambio una especie de desafío. Mogura lo tomó como tal, y aunque fuese entre risas, dijo que lograría averiguar su edad tarde o temprano; sería su primordial objetivo en la vida. Dicho así, sonaba raro e inquietante, la verdad. Menos mal que era una broma... ¿no? Tampoco le podía dar mayor importancia, que supiese su edad tampoco era un problema.
Fuera como fuera, al fin habían llegado al piso que habían seleccionado. Al abrirse las puertas del ascensor, frente a los genin se extendía un pasillo de suelo de maderas laminado. Las paredes eran de tela de arroz, con numerosas decoraciones, y al fondo de éste pasillo había un pequeño escalón que daba paso a una puerta del mismo material que estaban compuestas las paredes. Nada mas podía observarse desde esa posición, no quedaba mas remedio que avanzar por el mismo hasta darse paso al siguiente habitáculo.
Sendos genin avanzaron por el pasillo hasta llegar al escalón, una vez allí Mogura aprovechó para sentarse y comenzar a descalzarse. Una vez se hubo quitado las sandalias ninja, explicó que se trataba de una especie de dojo, y que la etiqueta era muy importante en el lugar. ¿Acaso no le había dicho antes que ya había pasado por éste piso unas cuantas veces?
La chica comenzó a reír. No pudo evitarlo, le hizo gracia el detalle. La verdad, Mogura comenzaba a pecar de memoria a corto plazo, como alguna especie de pez. —Jajajaja... vale, ya lo entiendo.
Igual que anteriormente había hecho el chico, la Sarutobi aprovechó el escalón para sentarse. Abrió las cremalleras de las botas, y se las sacó. La verdad, tampoco era que le molestase luchar con ellas puestas, pero si su acompañante lo quería de éste modo... tampoco iba a ponerse molesta con éste pequeño detalle.
Una vez ambos estuvieron descalzos, corrieron la pared que hacía funciones de puerta al fondo del pasillo. Entraron, y allí vieron el enorme arsenal que había a los lados. Incluso frente a ellos había una especie de mueble que salvaguardaba una antigua armadura. Sin duda alguna, por falta de armas no podían quejarse; había de todo, cualquier arma imaginable estaba expuesta en ese dojo improvisado. Mogura no tardó en soltarlo del mismo modo que la kunoichi lo pensaba. Continuaron andando un poco mas por la sala, hasta que la kunoichi se plantó.
—Bueno... una cosa. ¿No deberíamos usar el armamento propio? En fin, no me importa que uses otras armas, pero molaría mas que entrenemos con las cosas que tendríamos en una situación real, ¿no?
» Bueno, por mi parte estoy lista. Yo al menos no usaré armas de la sala.— Argumentó mientras calentaba las muñecas. La Sarutobi comenzó con un leve calentamiento, tampoco gran cosa.
Fuera como fuera, al fin habían llegado al piso que habían seleccionado. Al abrirse las puertas del ascensor, frente a los genin se extendía un pasillo de suelo de maderas laminado. Las paredes eran de tela de arroz, con numerosas decoraciones, y al fondo de éste pasillo había un pequeño escalón que daba paso a una puerta del mismo material que estaban compuestas las paredes. Nada mas podía observarse desde esa posición, no quedaba mas remedio que avanzar por el mismo hasta darse paso al siguiente habitáculo.
Sendos genin avanzaron por el pasillo hasta llegar al escalón, una vez allí Mogura aprovechó para sentarse y comenzar a descalzarse. Una vez se hubo quitado las sandalias ninja, explicó que se trataba de una especie de dojo, y que la etiqueta era muy importante en el lugar. ¿Acaso no le había dicho antes que ya había pasado por éste piso unas cuantas veces?
La chica comenzó a reír. No pudo evitarlo, le hizo gracia el detalle. La verdad, Mogura comenzaba a pecar de memoria a corto plazo, como alguna especie de pez. —Jajajaja... vale, ya lo entiendo.
Igual que anteriormente había hecho el chico, la Sarutobi aprovechó el escalón para sentarse. Abrió las cremalleras de las botas, y se las sacó. La verdad, tampoco era que le molestase luchar con ellas puestas, pero si su acompañante lo quería de éste modo... tampoco iba a ponerse molesta con éste pequeño detalle.
Una vez ambos estuvieron descalzos, corrieron la pared que hacía funciones de puerta al fondo del pasillo. Entraron, y allí vieron el enorme arsenal que había a los lados. Incluso frente a ellos había una especie de mueble que salvaguardaba una antigua armadura. Sin duda alguna, por falta de armas no podían quejarse; había de todo, cualquier arma imaginable estaba expuesta en ese dojo improvisado. Mogura no tardó en soltarlo del mismo modo que la kunoichi lo pensaba. Continuaron andando un poco mas por la sala, hasta que la kunoichi se plantó.
—Bueno... una cosa. ¿No deberíamos usar el armamento propio? En fin, no me importa que uses otras armas, pero molaría mas que entrenemos con las cosas que tendríamos en una situación real, ¿no?
» Bueno, por mi parte estoy lista. Yo al menos no usaré armas de la sala.— Argumentó mientras calentaba las muñecas. La Sarutobi comenzó con un leve calentamiento, tampoco gran cosa.