5/09/2016, 23:17
Y evidentemente, nada más salir de nuevo a la luz de los focos el pánico empezó a inundar gradualmente la sala. Los senseis se afanaban por controlar a unos críos que lo único que serían era salir de allí lo más rápido posible. A Daruu le pareció ver, de reojo, cómo Ayame intentaba dialogar con una niñita rubia a la salida del salón de actos.
—¡SILENCIO! —bramó Zetsuo, y esta vez todos le obedecieron de inmediato. Daruu no supo decir si fue por una ilusión, como antes, o por el temor que el hombre ya inspiraba a los infantes—. No os he traído aquí sólo para que escuchárais la charla sobre las vacunas. Lo cierto es que la campaña comienza hoy mismo.
«Ay, pobres chavales. Recuerdo lo poco que me gustaban las agujas. No duele, pero menudos mareos que me cogía. No me gustaría estar en sus carnes hoy».
—¡Pero nos dijeron que era la semana que viene! —replicó un chico de los cursos más superiores.
«Sí sí, pues te vas a cagar, chaval, jeje».
—Necesitábamos asegurarnos de que estaríais todos reunidos y que ninguno intentaría escaquearse. ¡Si aspiráis a convertiros en verdaderos ninjas no os deberían dar miedo unas simples agujitas de mierda! Pero, si tanto miedo tenéis, no tengo ningún inconveniente en haceros una demostración con un voluntario.
«Es verdad, si a la hora de la verdad nos cortamos con kunais y shurikens y todo. ¿Por qué me marean las agujas? No tiene sentido...»
Daruu suspiró y se apoyó en uno de los brazos metálicos del carrito mientras Zetsuo preparaba todo el material y esperaba a que algún voluntario subiera al escenario. Entonces... Entonces...
Apareció una sospecha que iba creciendo a medida que el silencio y la ausencia de voluntarios caían como una losa sobre él. Se reincorporó, miró a Zetsuo, luego a Ayame, luego a la punta de la aguja. Y a la punta de la aguja. Y a la punt... de la ag... uja.
Daruu se reincorporó, con los ojos todavía fijos en el puntiagudo extremo del instrumento y abiertos como platos. Estaba mucho más pálido de lo habitual y había perdido el color de los labios.
—Hanaiko, tu brazo.
—Hanaiko, tu brazo.
—Haaaanaaaaaaiiiiiikoooooo, tuuuuu braaaaazooooo.
—Haaaaa... koooooo..., braaaaa... zooooo...
—Ay madre que me la peg...
PLOM.
—¡SILENCIO! —bramó Zetsuo, y esta vez todos le obedecieron de inmediato. Daruu no supo decir si fue por una ilusión, como antes, o por el temor que el hombre ya inspiraba a los infantes—. No os he traído aquí sólo para que escuchárais la charla sobre las vacunas. Lo cierto es que la campaña comienza hoy mismo.
«Ay, pobres chavales. Recuerdo lo poco que me gustaban las agujas. No duele, pero menudos mareos que me cogía. No me gustaría estar en sus carnes hoy».
—¡Pero nos dijeron que era la semana que viene! —replicó un chico de los cursos más superiores.
«Sí sí, pues te vas a cagar, chaval, jeje».
—Necesitábamos asegurarnos de que estaríais todos reunidos y que ninguno intentaría escaquearse. ¡Si aspiráis a convertiros en verdaderos ninjas no os deberían dar miedo unas simples agujitas de mierda! Pero, si tanto miedo tenéis, no tengo ningún inconveniente en haceros una demostración con un voluntario.
«Es verdad, si a la hora de la verdad nos cortamos con kunais y shurikens y todo. ¿Por qué me marean las agujas? No tiene sentido...»
Daruu suspiró y se apoyó en uno de los brazos metálicos del carrito mientras Zetsuo preparaba todo el material y esperaba a que algún voluntario subiera al escenario. Entonces... Entonces...
Apareció una sospecha que iba creciendo a medida que el silencio y la ausencia de voluntarios caían como una losa sobre él. Se reincorporó, miró a Zetsuo, luego a Ayame, luego a la punta de la aguja. Y a la punta de la aguja. Y a la punt... de la ag... uja.
Daruu se reincorporó, con los ojos todavía fijos en el puntiagudo extremo del instrumento y abiertos como platos. Estaba mucho más pálido de lo habitual y había perdido el color de los labios.
—Hanaiko, tu brazo.
—Hanaiko, tu brazo.
—Haaaanaaaaaaiiiiiikoooooo, tuuuuu braaaaazooooo.
—Haaaaa... koooooo..., braaaaa... zooooo...
—Ay madre que me la peg...
PLOM.