5/09/2016, 23:40
(Última modificación: 8/09/2016, 16:14 por Aotsuki Ayame.)
El aleteo de una temblorosa sonrisa asomó en los labios del Uchiha. No duró más que unos segundos, como si hubiera estado esperando que terminara sus palabras con un "¡Que era broma, hombre!" o algo similar. Sin embargo, Ayame mantenía el semblante y sus ojos fijos en él, y pronto sus labios formaron una "o" muda.
Aquella reacción había sido tan previsible que Ayame no terminó de comprender por qué, aún así, sintió una punzada de dolor.
—¿Q-que no son monstruos? Pero… ¿Lo dices en serio?[/color] —preguntó Datsue, al cabo de varios segundos, y Ayame tuvo que limitarse a asentir brevemente—. [sub=khaki]Pero si el Ichibi arrasó con los Dojos… Cientos y cientos de muertos, y serían más de no ser por el Sabio de los Seis Caminos. Y eso por no hablar de… de…
Un dardo directo al corazón. Ayame apartó la mirada, con los puños prietos a ambos lados del costado. Otra vez se veía obligada a rememorar su más terrible pesadilla.
—Bueno, ya sabes. El bijuu que mantienes preso arrasó con una Villa entera, ¿no? Hombres, mujeres, ancianos, niños, bebés… Un bijuu muy igualitario, no seré yo quien lo discuta. Sin trato de favor hacia ningún tipo de persona… Pero, demonios, si eso no es ser un monstruo, ¿entonces qué?
—Lo sé... —Había necesitado de varios segundos para poder responder, y aún así estaba haciendo verdaderos esfuerzos por no echarse a llorar de nuevo. Ayame respiró hondo varias veces, se llevó una mano a los cabellos y se los revolvió con profunda desesperación—. Pero... pero... —volvió a suspirar, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para que no la tomara aún más por loca—. En realidad, la culpa es solo nuestra... ¡Estamos repitiendo los mismos errores que cometieron las cinco antiguas aldeas! Datsue... estamos encerrando a seres conscientes dentro de cuerpos humanos. Los estamos obligando a actuar en contra de su voluntad... como meras armas.
Se abrazó a sí misma, en un vano intento de controlar los temblores que sacudían su cuerpo. Pero recordaba la catástrofe de Takigakure como si hubiera sucedido la noche anterior. Había pasado más de un año y no había conseguido olvidar ni un solo detalle de lo ocurrido. Y ya comenzaba a sospechar que jamás lo haría.
—Esa noche que Kusagakure... —se mordió el labio inferior, incapaz de formular las palabras—. Kokuo... digo... el Gobi estaba terriblemente asustada. Ella sólo quería escapar antes de que volvieran a sellarla de nuevo. Lo sé... Y estoy segura de que el Ichibi debía sentir algo muy similar... ¡Los bijuu no son simples bestias o monstruos como creemos, tienen sentimientos! ¡Por eso no quería que lo sellaran en ti!
Su voz se vio ahogada en las últimas palabras, cuando Ayame se dio cuenta de que aquello no era del todo cierto. Aquella no era la única razón por la que había intentado por todos sus medios impedir que el Kawakage sellara al bijuu en Datsue pese al riesgo que se cernía sobre todos...
También había una razón más egoísta.
—Tampoco quería que te acabaran manipulando como hicieron conmigo... —susurró, de forma apenas audible.
Aquella reacción había sido tan previsible que Ayame no terminó de comprender por qué, aún así, sintió una punzada de dolor.
—¿Q-que no son monstruos? Pero… ¿Lo dices en serio?[/color] —preguntó Datsue, al cabo de varios segundos, y Ayame tuvo que limitarse a asentir brevemente—. [sub=khaki]Pero si el Ichibi arrasó con los Dojos… Cientos y cientos de muertos, y serían más de no ser por el Sabio de los Seis Caminos. Y eso por no hablar de… de…
Un dardo directo al corazón. Ayame apartó la mirada, con los puños prietos a ambos lados del costado. Otra vez se veía obligada a rememorar su más terrible pesadilla.
—Bueno, ya sabes. El bijuu que mantienes preso arrasó con una Villa entera, ¿no? Hombres, mujeres, ancianos, niños, bebés… Un bijuu muy igualitario, no seré yo quien lo discuta. Sin trato de favor hacia ningún tipo de persona… Pero, demonios, si eso no es ser un monstruo, ¿entonces qué?
—Lo sé... —Había necesitado de varios segundos para poder responder, y aún así estaba haciendo verdaderos esfuerzos por no echarse a llorar de nuevo. Ayame respiró hondo varias veces, se llevó una mano a los cabellos y se los revolvió con profunda desesperación—. Pero... pero... —volvió a suspirar, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para que no la tomara aún más por loca—. En realidad, la culpa es solo nuestra... ¡Estamos repitiendo los mismos errores que cometieron las cinco antiguas aldeas! Datsue... estamos encerrando a seres conscientes dentro de cuerpos humanos. Los estamos obligando a actuar en contra de su voluntad... como meras armas.
Se abrazó a sí misma, en un vano intento de controlar los temblores que sacudían su cuerpo. Pero recordaba la catástrofe de Takigakure como si hubiera sucedido la noche anterior. Había pasado más de un año y no había conseguido olvidar ni un solo detalle de lo ocurrido. Y ya comenzaba a sospechar que jamás lo haría.
—Esa noche que Kusagakure... —se mordió el labio inferior, incapaz de formular las palabras—. Kokuo... digo... el Gobi estaba terriblemente asustada. Ella sólo quería escapar antes de que volvieran a sellarla de nuevo. Lo sé... Y estoy segura de que el Ichibi debía sentir algo muy similar... ¡Los bijuu no son simples bestias o monstruos como creemos, tienen sentimientos! ¡Por eso no quería que lo sellaran en ti!
Su voz se vio ahogada en las últimas palabras, cuando Ayame se dio cuenta de que aquello no era del todo cierto. Aquella no era la única razón por la que había intentado por todos sus medios impedir que el Kawakage sellara al bijuu en Datsue pese al riesgo que se cernía sobre todos...
También había una razón más egoísta.
—Tampoco quería que te acabaran manipulando como hicieron conmigo... —susurró, de forma apenas audible.