10/09/2016, 15:03
El chico aún consciente que había peleado contra Nabi agachó la cabeza ante la reprimenda del Uchiha, tenía razón, sí, pero eso es lo que habían estado haciendo durante toda su vida... Por su cabeza pasó un pequeño y débil pensamiento, ese del remordimiento, el del cambio... Un pensamiento que llevaba a algo mejor. Cuando el rubio lo tomó por su camiseta, y acto seguido, lo tiró de nuevo contra el muro, quedando inconsciente como sus otros dos compañeros.
Eri, por su parte, escuchó sin decir nada, atenta. Sabía de antemano los sermones de Nabi y la verdad que en ellos plasmaba, además de la fuerza que ellos traían consigo, haciendo que la gente que los escuchaba se quedasen mudos, sin saber qué decir para contradecirle o exponer alguna opinión contraria... Era algo único del Uchiha. Pero algo sacó a la kunoichi de sus pensamientos, y eso fue la caída de Nabi contra el suelo.
— ¡Nabi! — Exclamó corriendo hacia él para socorrerle, cuando se dio cuenta de que por su nariz corría un río carmesí. — Espera, deja que te ayude. — Con rapidez, sacó su kit médico y tomó lo necesario para intentar parar la hemorragia. — Mira hacia arriba. — Ordenó, ignorando el cambio de expresión en el joven que ahora tenía los ojos de un tono oscuro.
— Hey, Eri, ¿qué tal tu pelea?
— ¿Ah? — Preguntó, saliendo del trance en el que se encontraba socorriendo al shinobi rubio. — Oh, bien... Dudo mucho que se levante en un rato... — Explicó ajena a sus palabras, sin embargo, una voz la interrumpió apareciendo tras ella.
— Hola otra vez, puede que el lengua suelta este tenga algo que decirnos ahora que le he refrescado las ideas. ¿Vosotros estáis bien? ¿Sabéis algo ya?
La de cabellos azulados suspiró para luego implantar una sonrisa en el rostro, un tanto forzada. — Solo es gente que le gusta armar jaleo, con reportarlos a Shiona-sama dudo mucho que sigan haciendo de las suyas por aquí. — Explicó la pequeña, luego viajó su mirada al chico que seguía a Kaiten. — Deberías llevarte a tus compañeros de aquí, no están por la labor de moverse por ellos mismos.
El susodicho miró a Kaiten, luego a Nabi, y por último a quien le había hablado que aún seguía ayudando el Uchiha, luego, a paso lento, se dispuso a recoger a su jefa y al chico carbonizado, al tercero le pegó una patada para que se levantase, cosa que hizo. Así, dos de ellos serenos y los otros dos pendientes de ser vistos por un médico se acercaron a los tres shinobi de nuevo, mirándolos para volver a recibir una regañina.
Eri, por su parte, escuchó sin decir nada, atenta. Sabía de antemano los sermones de Nabi y la verdad que en ellos plasmaba, además de la fuerza que ellos traían consigo, haciendo que la gente que los escuchaba se quedasen mudos, sin saber qué decir para contradecirle o exponer alguna opinión contraria... Era algo único del Uchiha. Pero algo sacó a la kunoichi de sus pensamientos, y eso fue la caída de Nabi contra el suelo.
— ¡Nabi! — Exclamó corriendo hacia él para socorrerle, cuando se dio cuenta de que por su nariz corría un río carmesí. — Espera, deja que te ayude. — Con rapidez, sacó su kit médico y tomó lo necesario para intentar parar la hemorragia. — Mira hacia arriba. — Ordenó, ignorando el cambio de expresión en el joven que ahora tenía los ojos de un tono oscuro.
— Hey, Eri, ¿qué tal tu pelea?
— ¿Ah? — Preguntó, saliendo del trance en el que se encontraba socorriendo al shinobi rubio. — Oh, bien... Dudo mucho que se levante en un rato... — Explicó ajena a sus palabras, sin embargo, una voz la interrumpió apareciendo tras ella.
— Hola otra vez, puede que el lengua suelta este tenga algo que decirnos ahora que le he refrescado las ideas. ¿Vosotros estáis bien? ¿Sabéis algo ya?
La de cabellos azulados suspiró para luego implantar una sonrisa en el rostro, un tanto forzada. — Solo es gente que le gusta armar jaleo, con reportarlos a Shiona-sama dudo mucho que sigan haciendo de las suyas por aquí. — Explicó la pequeña, luego viajó su mirada al chico que seguía a Kaiten. — Deberías llevarte a tus compañeros de aquí, no están por la labor de moverse por ellos mismos.
El susodicho miró a Kaiten, luego a Nabi, y por último a quien le había hablado que aún seguía ayudando el Uchiha, luego, a paso lento, se dispuso a recoger a su jefa y al chico carbonizado, al tercero le pegó una patada para que se levantase, cosa que hizo. Así, dos de ellos serenos y los otros dos pendientes de ser vistos por un médico se acercaron a los tres shinobi de nuevo, mirándolos para volver a recibir una regañina.