13/09/2016, 11:59
— Te daré un dato adicional...Se presentó con Kumopansa por lo que no vi invocación alguna, pero creo que si que debía ser un pacto de invocación. Es que se llevaban demasiado bien, y eso aunque no signifique nada...intuí que solo mediante un pacto se podría alcanzar esa fraternidad con criaturas. Pero claro, puedo estar equivocado...
''Kumopansa... Es que jamás había oído ese nombre...''
Asintió ante lo que el joven de Takigakure le mencionó sobre su compañero de villa, sin embargo el tema quedó rezagado a un lado cuando el chico sacó el retrato de Yota y la famosa Kumopansa.
— ¿Ves esa araña? Como habrás podido darte cuenta, esa es Kumopansa, y no es para nada una araña normal y corriente. Su tamaño y el dibujo tan extraño de su abdomen la delatan. Eso sí, su tono de voz es muy gracioso he he.
Volvió a asentir con una sonrisa, por el retrato sí que parecía que era un tanto graciosa, incluso parecía una escena cómica entre dos amigos... Si no llega a ser porque, bueno, uno de los dos integrantes de la foto es una araña, y no pequeña, precisamente. Después, ante la petición de ver más dibujos por parte de Eri, el muchacho de ojos castaños comenzó a enseñarle diversos paisajes: el país del Río en todo su esplendor, los templos abandonados, símbolos de criaturas que la de cabellos celestes no sabía distinguir con claridad, Kuroshiro... Todo un repertorio de lugares, sin duda.
— Tengo más dibujos y retratos pero son un poco comprometidos...
—¡Oh! No te preocupes, enséñame los que quieras, tampoco te voy a obligar a enseñarme todos... — Mencionó soltando una risa nerviosa. Por un lado, tenía unas ganas increíbles de dejar viajar su mirada por aquellos lienzos prohibidos, pero por otro lado, tenía que respetar los deseos de Yoshimitsu.
— Por favor, Eri-san déjame que te pinte. Con tu sonrisa tan bella y natural que tienes, estoy seguro que será mi nueva obra maestra... Por favor...
La joven formó una sonrisa un tanto triste, en verdad no quería que el chico perdiese el tiempo intentando retratar sus cabellos azules, ¡tenía un gran agujero delante al que podía dibujar! Incluso recrear la mismísima Konoha con su propia imaginación. Pero su cara y su voz hicieron que la kunoichi cediese.
— Está bien... — Susurró, avergonzada. — ¿Cómo?
''Kumopansa... Es que jamás había oído ese nombre...''
Asintió ante lo que el joven de Takigakure le mencionó sobre su compañero de villa, sin embargo el tema quedó rezagado a un lado cuando el chico sacó el retrato de Yota y la famosa Kumopansa.
— ¿Ves esa araña? Como habrás podido darte cuenta, esa es Kumopansa, y no es para nada una araña normal y corriente. Su tamaño y el dibujo tan extraño de su abdomen la delatan. Eso sí, su tono de voz es muy gracioso he he.
Volvió a asentir con una sonrisa, por el retrato sí que parecía que era un tanto graciosa, incluso parecía una escena cómica entre dos amigos... Si no llega a ser porque, bueno, uno de los dos integrantes de la foto es una araña, y no pequeña, precisamente. Después, ante la petición de ver más dibujos por parte de Eri, el muchacho de ojos castaños comenzó a enseñarle diversos paisajes: el país del Río en todo su esplendor, los templos abandonados, símbolos de criaturas que la de cabellos celestes no sabía distinguir con claridad, Kuroshiro... Todo un repertorio de lugares, sin duda.
— Tengo más dibujos y retratos pero son un poco comprometidos...
—¡Oh! No te preocupes, enséñame los que quieras, tampoco te voy a obligar a enseñarme todos... — Mencionó soltando una risa nerviosa. Por un lado, tenía unas ganas increíbles de dejar viajar su mirada por aquellos lienzos prohibidos, pero por otro lado, tenía que respetar los deseos de Yoshimitsu.
— Por favor, Eri-san déjame que te pinte. Con tu sonrisa tan bella y natural que tienes, estoy seguro que será mi nueva obra maestra... Por favor...
La joven formó una sonrisa un tanto triste, en verdad no quería que el chico perdiese el tiempo intentando retratar sus cabellos azules, ¡tenía un gran agujero delante al que podía dibujar! Incluso recrear la mismísima Konoha con su propia imaginación. Pero su cara y su voz hicieron que la kunoichi cediese.
— Está bien... — Susurró, avergonzada. — ¿Cómo?